Hoy les invito a leer la carta de “Un hijo a todos los padres del mundo” (Anónima). Resulta ilustrativa para recordarnos lo que si podemos hacer los padres en el día a día para colaborar con cada uno de nuestros en su formación. Una formación sólida que les permita edificar una vida sana, bella, buena.
Mi voz puede oírse al igual que la tuya, tengo cosas que decir, aunque sea tu hijo y no tenga tu experiencia, quiero hablarte desde el amor.
Si nuestros hijos pudieran hablarnos con total sinceridad, seguramente dirían lo siguiente: “Mi voz puede oírse al igual que la tuya, tengo cosas que decir, aunque sea tu hijo y no tenga tu experiencia, quiero hablarte desde el amor”.
Carta de un hijo a todos los padres del mundo
No me grites. Te respeto menos cuando lo haces. Y me enseñas a gritar a mí también y yo no quiero hacerlo.
Trátame con amabilidad y cordialidad igual que a tus amigos. Que seamos familia, no significa que no podamos ser amigos.
Si hago algo malo, no me preguntes por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti (aunque sea para sacarte de un apuro). Haces que pierda la fe en lo que dices y me siento mal.
Cuando te equivoques en algo, admítelo. Mejorará mi opinión de ti y me enseñarás a admitir también mis errores.
No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si me haces parecer mejor que los demás, alguien va a sufrir (y si me haces parecer peor, seré yo quién sufra).
Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mí, yo no podré aprender.
No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenarme hacer algo, me lo pidieras, lo haría más rápido y más a gusto.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa posición.
Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es un castigo.
Trata de comprenderme y ayudarme. Cuando te cuente un problema no me digas: “eso no tiene importancia…” porque para mí sí la tiene.
No me digas que haga algo que tú no haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no me lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.
No me des todo lo que te pido. A veces, sólo pido para ver cuánto puedo recibir.
Quiéreme y dímelo A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo.