Por David Uriarte /
“Nadie es tan malo que no tenga algo de bueno, y nadie es tan bueno que no tenga algo de malo”; este aforismo es una llamada de atención a las generalizaciones extremas de todo bueno o todo malo, aunque los conceptos de bueno y malo son juicios, se utilizan para excluir unos de los otros, es decir, para agrupar a las personas en buenas y malas cuando la forma de pensar o ser son iguales o diferentes a las formas de pensar o ser de quien las evalúa.
Hay estilos de pensamiento donde la persona siempre busca la mancha o el error en los otros para el descrédito, la denostación, la injuria, el agravio, y el daño… Otros, mantienen un modelo de pensamiento positivo buscando siempre la virtud ajena, protegen, defienden, favorecen, benefician, y valoran las expresiones de generosidad en los semejantes.
¿Se nace o se aprende a hablar bien de las personas? Se aprende, pero también se aprende a hablar mal, los modelos familiares son fundamentales en los primeros años de vida cuando de aprendizajes se trata.
El manejo o gestión de las emociones es la clave para conectar lo que se piensa con lo que se dice, la libertad de pensar diferente es parte de la condición humana, pensar o analizar lo que se dice, es virtud de la inteligencia adaptativa para una vida de relación social sana.
Quienes hablan mal de las demás personas, aprendieron a buscar ‘la paja en el ojo ajeno’; quienes hablan bien, aprecian la parte sana de los demás, entienden que no todo está perdido y aún en las entrañas más disfuncionales, algo se puede rescatar.
De entrada, el discurso de las personas es un predictor de salud mental, “dime que piensas, y te diré cómo está tu salud mental”, el pensamiento es una de las funciones más importantes del ser humano, es lo que establece la diferencia entre los seres irracionales y la capacidad de abstracción que sólo se les da a los humanos.
Una recomendación para las personas sanas mentalmente, es alejarse de las personas toxicas… alejarse de los modelos de difamación y hostigamiento social, ni siquiera discutir con ellos, dejarlos fluir en su tobogán de discordia social hasta que su conciencia les ponga freno y rectifiquen su manera de pensar y hablar de los demás.
Hay un dicho que resume el tema: “si no tienes nada bueno que decidir de los demás, mejor mantén tu boca cerrada”.
Hablar bien de los demás es encontrar las virtudes escondidas.