Por David Uriarte /

Los fenómenos críticos que mantienen a una sociedad en la inseguridad, se pueden resolver de distintas maneras, unas ortodoxas y otras no tanto. Lo primero es entender el origen del problema, los actores principales, y las vías de reconciliación si es que existen, o las vías de extinción del problema o reducción de la crisis social.

Es importante diferenciar los enfrentamientos entre los grupos protagónicos, los enfrentamientos entre delincuentes y los elementos del orden, y los daños colaterales en la sociedad, así como las secuelas emocionales y económicas.

En cualquiera de las opciones, el costo se mide en tiempo, dinero, daños psicológicos, y gobernabilidad, porque la seguridad forma parte de la obligación del Estado.

Si se deja que evolucione el conflicto en manos de los protagonistas, el tiempo puede prolongarse en años, hasta que se acaben entre ellos, o una de las partes se rinda; si los enfrentamientos se prolongan en el tiempo, la economía se deprimirá más, muchas familias emigraran a otros estados, y muchas personas serán víctimas del estrés postraumático, miedo, ansiedad y depresión.

Si el Estado a través de las Fuerzas Armadas, sigue utilizando la inteligencia e investigación criminal, harán tiros de precisión y aprenderán a los principales generadores de violencia, acortando el tiempo de la crisis y sus secuelas.

Si las fuerzas del orden reaccionan tratando de extinguir a los grupos criminales, habrá bajas de ambos lados, aunque la capacidad de fuego es mayor por parte de las instituciones de seguridad pública del gobierno.

Si los enfrentamientos entre ellos continúan, la siembra de sufrimiento será mayor, la cosecha de miedo e inseguridad serán las secuelas de una sociedad estresada, sumergida en una crisis que tiende a la cronicidad.

Si el apoyo de la federación continúa, las fuerzas especiales siguen con su trabajo de inteligencia, la presencia de las fuerzas del orden sigue por todos lados, la inhibición del conflicto pronto aparecerá. Aunque las secuelas emocionales, económicas, y la percepción de inseguridad podrá persistir en el tiempo, incluso intergeneracional.

Desde el tiempo de la ‘operación cóndor’ en la década de los setentas del siglo pasado, no se había visto en Sinaloa un despliegue tan impresionante del personal militar y de la marina.

Las secuelas sociales es sin duda lo más importante del tema.