A veces cuando tomamos decisiones parece que Dios, la vida, el Universo, se ponen en nuestra contra y esas decisiones terminan trayendo más problemas que soluciones, entonces solemos pensar que tenemos mala suerte o que simplemente no somos buenos en esa área de nuestra vida, ya sea el amor, la escuela, la relación con la familia o los amigos. Entonces las personas que nos rodean comienzan a hacer comentario sobre que deberíamos haber hecho tal o cual cosa, o que Fulanito a tu edad no hacía eso o no le pasaba eso o ya tenía sabrá Dios qué cosas; el resultado suele ser que nos sentimos enojados, frustrados, decepcionados.
Después viene alguien más y nos dice que no deberíamos sentirnos así, que lo soltemos, que lo dejemos ir, que estamos exagerando.
En la mayoría de las ocasiones sentimos que sí, que somos el problema, que no estamos portándonos a la altura, pero te voy a contar algo: no estas mal por sentirte triste, enojado, frustrado o decepcionado, probablemente hay cosas que te alegran y a otros les parecen absurdas, tienes todo el derecho del mundo a sentirte feliz con lo que sea, una canción, una película, las flores, el cielo. Así como tienes todo el derecho de pasar por cualquier otra emoción, porque al final es tu vida y solamente tú, sabes lo que cada cosa significa para ti.
Es cierto que conforme vas creciendo es difícil ignorar a la gente que te rodea y que se supone que te quiere, pero no olvides que muchos de ellos también tienen dificultades con sus propias emociones, porque nos han hecho creer que es malo estar triste o enojado, cuando es algo totalmente natural en algunas situaciones. Por ejemplo, si te gusta el calor es probable que en los días soleados estés de mejor humor y en los días lluviosos o nublados te sientas decaído, triste o desganado; quizá eso le suceda a algún amigo o familiar. Por eso ten presente, que tienes derecho a sentirte como sea de acuerdo con lo que te este pasando, es imposible estar siempre feliz. Recuerda que llorar, o expresar tus emociones en general, NO te hace debil, no te hace menos, porque muchas veces requiere mucho más valor enfrentarte a tus emociones que hacer como si no sucediera nada.