Por David Uriarte /

La vida es de ciclos, etapas, períodos, espacios, roles, y momentos.

La vida social es la suma de las diferentes condiciones humanas, no es monolítica ni única, es diversa, se agrupa según los intereses o conductas, los ricos se agrupan como se agrupan los pobres.

En esta dinámica, los buenos se agrupan como se agrupan los malos, entendiendo por buenos quienes no transgreden las leyes, normas y reglamentos de la convivencia social; entendiendo por malos aquellos cuya conducta o comportamiento lastima en cualquier sentido a los demás, desde los abusos de poder, hasta quitarles la vida, donde la agresión y la violencia son el signo característico de este grupo.

La sociedad entra en una etapa de reconstrucción, después de una etapa de destrucción. Después de la ingobernabilidad viene la gobernabilidad, después de la inseguridad debe llegar la seguridad, después de la violencia debe estar la paz y la tranquilidad; la etapa de reconstrucción toca todos los ciclos, etapas, períodos, espacios, roles y momentos.

La importancia de la reconstrucción de la clase empresarial, conlleva la reconstrucción de la clase trabajadora. Sin la empresa no existe el empleo, sin el empleo la familia sufre los estragos de una economía castigada. El desempleo con la economía familiar lastimada, induce pensamientos de sobrevivencia. En aquellas mentes proclives, con rasgos o trastornos de la personalidad antisocial, los pensamientos de sobrevivencia, inducen conductas sociopáticas o delictivas.

La Ley de Murphy se hace presente en estos días de sobresalto social: “Si algo puede ir mal, irá mal”.

Por si faltaba algo, después de tanta violencia, los encargados de cuidar a la población, de prevenir el delito, son desarmados por la autoridad de otro orden de gobierno; la fuerza de reacción para disuadir o atender el delito, está disminuida, la actitud delictiva se expresa con tal naturalidad, que incluso utilizan transporte o equipo industrial como retroexcavadoras, para facilitar su objetivo.

El discurso no alcanza a tapar la realidad, mucho menos la inconformidad de la clase empresarial, tampoco la pobreza de los desempleados, no induce o provoca miedo en los delincuentes que de forma descarada y en una provocación explícita, retan a la autoridad con sus actos delictivos.

La etapa de reconstrucción empieza por la gobernabilidad traducida en resultados.

La paz es lo esperado.