Por David Uriarte /

Opinar es una cosa y acertar es otra. Lo difícil para muchas personas es aceptar que su opinión es solo una entre muchas, no siempre lo que se piensa y se externa es cierto, es decir, no siempre se tiene razón, no siempre se es preciso, incluso, a veces la opinión es realmente un improperio.

La defensa a ultranza nada tiene que ver con la verdad cuando es producto de un pensamiento dogmático, la libertad de expresión es un fluido que se puede deslizar por las veredas de la imprecisión cuando de juicios se trata, entre la descripción de hechos y la emisión de juicios hay una diferencia abismal, las equivocaciones solo salen de aquellos que opinan o hacen uso de sus facultades cuya habilidad o destreza no siempre corresponde a la realidad o la verdad.

Desde los temas de seguridad nacional donde la opinión a bote pronto es de rechazo a la conducta criminal o de repudio al gobierno encargado de brindar seguridad y protección a la sociedad, ignorando los esfuerzos oficiales y las argucias criminales… hasta los temas de políticas partidistas donde las emociones se desbordan y el poder se diluye o concentra, siempre habrá imprecisiones, equivocaciones, incluso malas intenciones por parte de quienes opinan.

Cuanta equivocación hay en el abordaje de los temas sensibles que solo son vistos en su expresión final, donde se desconoce su génesis o las variables implicadas y solo se observa lo catastrófico de su destino, hacerle al adivino no funciona, no es la tarea informativa de los artículos de opinión, si bien es cierto que opinar es un derecho, también es cierto que la opinión irresponsable, dolosa, ligera, o mercenaria, constituye responsabilidad de conciencia.

Las equivocaciones en materia de información, cobran el precio del desprestigio final de quien las comete. Leer un artículo implica saber quién lo escribe, esconderse en el anonimato o en el seudónimo tiene significados diversos, desde nada hasta todo.

Las equivocaciones de percepción son distintas a las equivocaciones dolosas, las primeras son humanas; las segundas son perversas por decir lo menos. Equivocarse es de humanos, reconocer las equivocaciones es de sabios, reconocer las equivocaciones y persistir en ellas tiene otro nombre.

En los temas sensibles de México y Sinaloa, las equivocaciones de percepción abundan, y los juicios dolosos también.