Por David Uriarte / 

La fortaleza sindical de los trabajadores de la educación en México sigue siendo la misma, lo que ha cambiado es su contraparte: el patrón. Antes los maestros abarrotaban las calles de las principales ciudades exigiendo el cumplimiento de sus demandas y poniendo las condiciones para regresar a las aulas, hoy en este nuevo régimen de gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, las exigencias son las mismas pero las formas de expresarlas han cambiado.

La ferocidad de la expresión sindical se ha domesticado, acuerdos y consensos recorren el camino del dialogo y la sumisión a la parte patronal es más que evidente; por el bien de todos. La experiencia del presidente López Obrador en ser opositor, lo convierte en un perito de la discordia, conoce las entrañas de las luchas por el poder y la distribución de prebendas o prerrogativas en las luchas sindicales.

Las expresiones sindicales son niños de pecho para el Presidente, incluyendo la rijosidad de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), las obstrucciones de las vías de comunicación, la quema de edificios, las marchas y las ausencias laborales, parece que no le quitan el sueño al Presidente; poco a poco redime a la comunidad estudiantil, aísla las fuerzas de choque sindical, y espera que el tiempo desangre los movimientos con la ausencia de apoyos económicos, porque todo cuesta.

El enfrentamiento entre la figura del poder político en México y uno de los sindicatos más fuerte e importante de Latinoamérica, mantiene un equilibrio real, es decir, “no le van a vender chiles jalapeños a Clemente Jacques”. El Goliat del sindicalismo se ha topado con el David de la justicia, el dinero y el poder, esperemos que el descalabro no tenga consecuencias sociales y/o educativas.

Llueva truene o relampaguee, dijo el dueño del poder, los niños regresan a clases y los maestros a las aulas, en una orden portentosa eclipsó todo atisbo de rebeldía o desobediencia sindical, sólo le faltó su frase dominguera: “tengan para que aprendan”. En medio de la catástrofe sanitaria, económica, y de inseguridad, no podría existir una crisis en el sector educativo.

El que paga manda.