Por David Uriarte /
El poder eterno sólo existe en la divinidad, no importa la idea que se tenga de ella, el envejecimiento y la muerte del poder es el destino natural de un fenómeno que nace, crece, a veces se reproduce e invariablemente muere.
El poder sólo existe en los hechos, los actos y la conducta; el poder trasciende la familia y la sociedad, pero se enfrenta a lo inevitable: la muerte de quien lo ejerce ¿Dónde quedó el poder de Aristóteles Onassis, el magnate más famoso de la industria naviera del siglo XX y el hombre más rico del mundo en su época? ¿En que terminó el poder de Steve Jobs, presidente ejecutivo de Apple y máximo accionista de The Walt Disney Company? Así se puede seguir con una relación de gente poderosa en términos de dinero o emporios comerciales.
Una cosa es heredar los bienes como el dinero, y otra cosa distinta es la herencia del poder… Puede haber una herencia genética, una herencia del apellido, una herencia de cargos, puestos o jerarquía, pero el poder como tal es una construcción individual que se ejerce de la m isma manera: individual.
Si el concepto o la definición de poder se traslada a la esfera de lo ilícito, no específicamente al narcotráfico, o incluso a la esfera de lo político, se puede encontrar que el poder de los grandes sociópatas como lo plasmado en la película El padrino, película estadounidense de 1972 dirigida por Francis Ford Coppola, donde el poder prácticamente era absoluto y trascendía lo político, sin embargo, el poder se acabó con la muerte del padrino, a pesar de tener toda una red estructurada para operar y una familia unida y dispuesta a continuar con el legado del padre, cosa que no sucedió.
De alguna manera, la idea de que ‘no hay enfermedad que dure cien años ni cuerpo que lo resista’, aplica en este caso, no hay poder que prevalezca en el tiempo ni sociedad que lo permita.
El poder es un fenómeno obvio, es la carne que le da jugo a la historia cuando de excesos, excentricidades, control, y manipulación se trata, su envejecimiento y su muerte escriben otro capítulo en la historia de cualquier sociedad que vivió salpicada para bien o para mal del poder como tal.
Quien se iba imaginar la caída de los poderosos, de políticos o sociópatas encumbrados cuya voluntad se convertía en ley, de los intocables que hoy son víctimas del envejecimiento y muerte de su poder, por la naturaleza o por el gobierno.