Por David Uriarte /
Sobre todo, los servidores públicos, los trabajadores del poder ejecutivo y también del legislativo, aquellos cuyos intereses tienen que ver con las candidaturas que se votarán el próximo domingo 2 de junio del presente año, ya tienen listas sus maletas para cambiar de rumbo, para enfrentarse a la parafernalia propia de la aventura política.
A cuantos aventureros que pensaban ir con todo, alguien les tocó el hombro y le ordenó que no, éste es un tema socorrido en las pláticas de amigos, eventualmente exagerado, con toques fantasiosos, sin embargo, en las elecciones del 18 y del 21, las evidencias dejaron claro que existe una fuerza muy visible que mueve los hilos del poder político, por lo menos algunos hilos en municipios determinados como Badiraguato, Culiacán, Mazatlán, Elota, El Fuerte, Guasave y Ahome.
La ortodoxia refiere que en estos casos hay que hacer las denuncias correspondientes, la pregunta es ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién se atreve a enfrentar al poder del plomo? Si hay alguna duda, pregúntenle al Chuy Valdés, en su momento líder del PRI, y a otros candidatos que en su momento sintieron más que la mano en el hombro, el frio amenazante de un instrumento mortífero.
La disciplina política de alguna manera se aprende, las alineaciones que obedecen a los intereses particulares o de grupos y no necesariamente políticos, tienen intereses definidos en el poder económico, no se necesita ser erudito o politólogo avezado para entender la dinámica que subyace en los procesos electorales donde la mezcla de política y dinero determina la continuidad o permanencia de los grupos del verdadero poder.
El INE es el árbitro final en las contiendas electorales, el filtro previo queda en las manos de quien o quienes dan el visto bueno, después se legitima por la vía de los partidos políticos para estar o tener el derecho de participar en el maratón donde habrá que sortear el clima a veces lluvioso y otras veces muy soleado.
El silencio de los conocedores, de los inteligentes que no quieren perder su tranquilidad, es el precio que se paga por un proceso “transparente” que sólo busca direccionar la fuerza y el poder político para un rumbo definido.
Los aspirantes que no cuentan con el respaldo del poder, se van a quedar con las ganas de llegar a la meta, mientras tanto, ya están en sus marcas, algunos listos, y otros no tanto.