Por David Uriarte /
“Mata más una duda que un desengaño”, así reza el refrán que alude a la incertidumbre de un hecho, un dicho, acontecimiento, situación, o práctica, donde el o los resultados determinan cambios significativos en la vida de una persona, familia, sociedad, o nación.
Los resultados abrumadores de la reina de las elecciones celebradas el pasado dos de junio en México, tienen rebosando de alegría a miembros y simpatizantes del partido en el poder. Al mismo tiempo, parece empezar una especie de signos y síntomas emocionales que desembocan en un síndrome de inestabilidad neuro-psicológico en los perdedores, los miembros y simpatizantes de la oposición están aguzando su intuición para encontrar la clave de un posible fraude electoral.
Desde los planteamientos enraizados en la teoría de la inteligencia artificial, hasta la modificación de los códigos de captura en las computadoras del INE, pasando por la modificación en los datos de las sábanas que resumen la distribución de los votos… sumando la renuncia del encargado de servicios informáticos del PREP en el INE, los rumores se esparcen cada vez más en el sentido de construir la idea o percepción de un posible mega-fraude electoral.
Los rumores y las dudas empiezan a fortalecerse en cierto grupo de la población, especialmente en la oposición. Por salud social las autoridades debieran salir a desmentir o aclarar la certeza y certidumbre de los datos estadísticos que empiezan a cuestionarse como en otros procesos electorales donde estuvo en juego, la Presidencia del país, y los integrantes de ambas cámaras.
Con la sensibilidad que le caracteriza a la población, se empiezan a cuestionar información que lejos de disminuir la imagen del régimen, parece fortalecerla, el libro “El rey del cash: El saqueo oculto del presidente y su equipo cercano”, escrito por Elena Chávez González el año pasado, y un mes antes de las elecciones, “La historia secreta: AMLO y el Cártel de Sinaloa”, libro de Anabel Hernández García.
Éstas y otras publicaciones con datos duros extraídos de instituciones oficiales del gobierno, parece que no han hecho mella en la admiración, aceptación, credibilidad, y respeto de la imagen presidencial.
De cualquier manera, la siembra de las dudas respecto de la transparencia del proceso electoral, empieza a humedecer las conciencias de quienes daban por hecho que todo marchaba bien.