Por David Uriarte /

Cuando la realidad aparece de forma abrupta, el humano no alcanza a procesar tal verdad, por eso, la primero que aparece en las pérdidas es la negación, no dan crédito a lo que está pasando a pesar de tener la evidencia en la mano, la negación como primera etapa del duelo puede superarse en seis semanas, en seis años o incluso morirse sin superar tal realidad.

Nadie participa en una justa electoral con el ánimo de perder, excepto aquellos que juegan con dolo o forman parte de una estrategia maquiavélica buscando ganar algo previamente negociado, generalmente dinero, prerrogativas o ganancias a veces difícil de medir.

La relación costo beneficio de muchos contendientes en los procesos electorales, es muy dispar, es decir, no corresponde el costo, gasto o inversión que hacen en la campaña contra lo que pueden recibir como retribución salarial al llegar al puesto, excepto que hagan uso de la influencia para buscar compensar los gastos y poco o mucho más.

Como en muchos casos, el problema no es lo que se ve, sino lo que se esconde o desconoce, una cosa son los espectaculares y la propaganda que exhibieron los candidatos, y otra cosa distinta son las estrategias más efectivas que lo mediático. Esas estrategias que se comentan en el silencio que nace del miedo, esas acciones que recuerdan películas famosas como ‘El Padrino’ donde el tráfico de influencias es la constante como muestra del verdadero poder.

Quienes fueron bajados de la contienda por “así convenir a sus intereses” o por “causa de fuerza mayor”, son el mejor ejemplo de la operación o ejercicio del verdadero poder que supera los límites de la ley, en pleno siglo XXI, el discurso camina por sendero distinto al de los hechos.

De cualquier manera, los y las perdedoras tendrán que trabajar su duelo, superar la crisis emocional y/o económica, negociar los compromisos contraídos en campaña con su círculo de colaboradores y prepararse para jubilar sus aspiraciones o negociar desde ahora su próxima campaña y su próximo partido.

Son pérdidas institucionales y personales, la devaluación de los partidos de oposición a tal grado que todo indica que el PRD perderá su registro y Movimiento Ciudadano se reposiciona en la tabla de perdedores.

A todos los perdedores les urge que trabajen su duelo, de otra manera quedarán atrapados en el sufrimiento de una frustración anunciada.