Por David Uriarte /

La escalada de conductas sociopáticas termina cuando el valor de la vida se extingue, cuando el respeto a la vida se pierde, cuando no existe criterio alguno que impida quitarle la vida a un semejante.

Eso es lo pasa en las guerras, se destruyen caminos, puentes, edificios, hospitales, aviones, toda la infraestructura necesaria para el desarrollo de la vida, incluyendo la vida de soldados e inocentes.

No es que este bien, pero eso es lo que pasa desde hace miles de años en muchos lugares del planeta, las pérdidas humanas son la cuota de sangre que pagan los pueblos o países en guerra, hay condiciones parecidas donde se pierden muchas vidas humanas, pero no se clasifican como guerra, aunque el resultado es el mismo: muerte y destrucción.

Tácticas, estrategias, cambio de mandos, cambio de delegados de gobernación y del centro de investigaciones… Cambios y más cambios, visitas de los altos mandos del Ejército y los encargados de la Seguridad Pública, detención de algunos ‘generadores de violencia’ -como les llaman en los discursos oficiales-, muchas acciones, mucho armamento, mucho equipo táctico, mucha inteligencia, pero también, mucho miedo de la población a ser blanco de la delincuencia.

Perder la vida es el temor más grande de la población, perder sus bienes también, la vida y la seguridad pública son un binomio inseparable. Parece como si fuera fertilizante lo que se derrama en Sinaloa: hay delincuentes detenidos, delincuentes abatidos, y parece que se podan, ¿De dónde salen tantos sicarios? ¿Cómo obtienen tanto equipo táctico? ¿Cómo obtienen financiamiento para operar?

Son muchas las preguntas serias, y muchas las respuestas hipotéticas, hay muchos supuestos, muchos narco-platicantes, expertos en temas de narcotráfico… muchos inventores o constructores de la ficción, la suma de todos ellos, construye una percepción social multicolor, diversificada, tan lejos y tan cerca de la realidad.

Cuando todo termina en pláticas y supuestos, no pasa nada, pero cuando todo termina en la perdida de la vida, en el allanamiento de instalaciones hospitalarias, o como el caso del allanamiento de las instalaciones de la Cruz Roja, son indicadores de una descomposición social de magnitudes mayúsculas.

Ser trabajador de la salud, repartidor, vendedor ambulante, o joven, no es garantía mientras esté perdido el valor de la vida.