Por David Uriarte /
Todas las personas cuyo sufrimiento se origina en la crisis de violencia en Sinaloa o en cualquier parte del país, arrastran un proceso psicológico involucrado en el duelo por la pérdida, pérdida de la seguridad, perdida de la vida de un ser querido, pérdida de empleo, perdida de la empresa, pérdida de sus ahorros, perdida de la salud mental, en fin, perdidas y más perdidas.
Las perdidas no son hijas de partido político alguno, la administración pública o el gobierno como tal, es circunstancial, eventual, transitorio, sin embargo, tienen una fuerza de asociación en tanto se presentan en un lugar y en un tiempo determinados donde el poder político lo ostenta determinado partido.
En los tiempos del PRI hubo desgracias, lo mismo ocurrió en los tiempos del PAN, y en el régimen político de MORENA no es la excepción. El sufrimiento social data desde siempre, desde los tiempos de la esclavitud, su evolución sociológica solo se adapta a las circunstancias tecnológicas, pero la muerte sigue siendo la muerte como el sufrimiento sigue siendo el sufrimiento.
Sólo los humanos pueden experimentar sufrimiento, el dolor es propio de la vida pero tiene una connotación eminentemente biológica a diferencia del sufrimiento que requiere de abstracción o capacidad de pensamiento para contrastar la realidad con las expectativas.
Cuando la realidad es la perdida de la paz y la seguridad social, más la pérdida de vidas humanas, el contraste con las expectativas se llama sufrimiento.
El sufrimiento se asocia más a lo irreparable, la asociación a lo político o partidista, se debe a las circunstancias temporales, es decir, las perdidas ocurren en un lugar y en un tiempo, la pregunta persistente es, si en el tiempo de las pérdidas hubiera gobernado otro partido político ¿hubiera sido lo mismo?
El sufrimiento de una madre por la pérdida de su hijo a manos de la violencia, o la pérdida de su pareja por la misma causa, o el sufrimiento de los hijos por la orfandad producto de la violencia, se debe a la ausencia permanente de una figura significativa y representativa tanto en los afectos como en el sostén económico.
Curiosamente, la muerte representa un cambio significativo en la vida, ese cambio siempre se asocia a sufrimiento, lo contrario de la felicidad o el bienestar, es decir es poco probable que alguien se ponga feliz tras la pérdida de un ser querido, si así fuera, entonces el ser no era querido.