Por David Uriarte /
El sufrimiento es la respuesta natural del humano cuando tiene pérdidas, más si éstas se relacionan con sus seres queridos. La cultura moldea las emociones, ante un mismo hecho las reacciones son distintas dependiendo el aprendizaje cultural.
Los creyentes y adoradores de Mahoma son capaces de matar si alguien ofende a su profeta árabe y fundador de la religión musulmana… el sufrimiento tiene toques o interconexiones con el coraje, la fe, la negación, la exaltación del ánimo y la resignación.
En los pródromos de la conmemoración de cualquier fecha significativa como el Día de Muertos, el ánimo se turba, se tambalea y se puede derrumbar, son las manifestaciones humanas de las emociones terrenales, de las emociones asociadas a la vida y el afecto.
Todos los años la tradición toca la puerta de la conciencia, sin embargo, la sordera emocional depende del tamaño de la perdida, los que no viven la experiencia de la ausencia total y definitiva de un ser querido, no voltean a ver la imagen del recuerdo doloroso o alegre de alguien que simplemente ya no está ni estará.
A los que han perdido parte de su vida en la ausencia definitiva del ser querido, estas fechas los vuelven más sensibles, incluso irritables, pero los que han tenido pérdidas en los últimos seis meses de la pandemia sea o no la causa el virus, tienen la herida abierta por un recuerdo que necesita tiempo para cicatrizar.
Es cierto que la capacidad resiliente de los mexicanos en términos generales es alta, pero también es cierto que los duelos tienen expresiones distintas, es decir, no porque una persona no llore no significa que no recuerde, o porque no manifieste tristeza significa que ha olvidado.
La resignación es la salud de lo imposible y la fe la seguridad de que algo pasará para reencontrase con los que se adelantaron en el viaje sin retorno, mientras esto sucede, el sufrimiento puede cobrar su cuota temporal, nada es para siempre; nada.
El fervor de los vínculos afectivos puede marcar la existencia humana, desde el recuerdo intrusivo hasta la obsesión literalmente enfermiza por la ausencia de quien o quienes no volverán. El sufrimiento como opción, tiene una carga de aprendizaje cultural muy alto.