MICIUDAD.MX / Hasta en las mejores familias se dan discusiones, inconformidades, agresiones, incluso homicidios, por una voluntad que no llena la expectativa.

Las herencias, al margen de su cuantía, son para muchos un tanque de oxígeno en medio de la dificultad respiratoria, es decir, es la esperanza de resolver o aminorar sus problemas económicos.

Las historias donde los hijos se llevan la sorpresa de su vida al enterarse que la herencia le tocó a la sirvienta o a la vecina que siempre estuvo al cuidado de la hoy difunta, nos ilustran cómo la voluntad da sorpresas… sorpresas inesperadas.

¿Qué va a hacer la sirvienta con tanto dinero? ¿Qué van a hacer los hijos con su frustrada sorpresa? El apotegma jurídico relativo a la justicia y la legalidad, y cómo inclinarse por la primera, ilustra el origen del precio de la voluntad.

No todo se da por decreto. La maternidad o la paternidad no dependen exclusivamente de lo biológico, dependen en gran medida de lo afectivo. Así, la voluntad no está sujeta a la consanguineidad, está sujeta a la libertad.

La sirvienta con su herencia tiene dos opciones: o construye su imperio y sienta su fortaleza pasando de plebeya a noble, o construye su desgracia y de paso la desgracia de otros como daño colateral al no estar preparada para administrar la fortuna.

Los hijos de la democracia creyeron en la parábola del hijo pródigo; pensaron en despilfarrar y querían que se las festejaran, sin embargo, no fue así, la libertad indujo a la voluntad por el camino del reconocimiento y la oportunidad a nuevas opciones.

Esta lección es más que ilustrativa para entender cómo la voluntad no responde ni depende de merecimientos imaginarios o legítimos, depende de la libertad de quien tiene el verdadero poder, motivo del imperio al que se aspira o la desgracia que se sufre.

Los que esperaban herencia y no les tocó, igual los que no esperaban herencia y les tocó, simplemente están saboreando el precio de la voluntad. Los aspirantes a la herencia del poder deben cuidar el origen del mismo, así la voluntad los puede favorecer y convertirse de sapos a príncipes o de plebeyos a nobles con la voluntad de ya saben quién.

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