Por David Uriarte /
Cada ciudadano con credencial para votar cuenta y vale igual, sin embargo, hay algo intangible que se llama conciencia cívica. Se necesita tener conciencia cívica para encaminar los pasos a la urna el día de las votaciones, desde la condición modesta hasta la encumbrada, el voto cuenta igual.
Los segmentos de la población que potencialmente son importantes en función del número, son muchos; los que se aglutinan en sindicatos como los trabajadores de la educación, representa un nicho de mercado político muy importante.
El número y la función de los trabajadores de la educación, compran el interés de los partidos políticos. Si el voto corporativo existiera como antes, sin duda serían ellos los que inclinarían la balanza en las decisiones de las políticas representativas y gubernamentales.
No se trata de hacer descripciones obvias o juicios del pasado político de las dirigencias sindicales en todos los ámbitos -principalmente en el educativo-, se trata de valorar y resignificar el peso potencial de los trabajadores de la educación en cualquier proceso electoral.
Homologar criterios políticos es condición imposible, más cuando se trata de intereses signados por las convicciones y las creencias con raíces distintas.
De cualquier manera, el intento cupular por redireccionar las intenciones de voto de los trabajadores de la educación a cierto partido o candidato, es legítimo en la búsqueda de representaciones, que finalmente fortalecen el poder de negociación con el gobierno.
Los trabajadores de la educación, sin importar nivel, categoría, o patrón, cumplen una función vital como los trabajadores del sector salud; los criterios para medir el nivel de desarrollo de una población tiene que ver con educación, salud, ingresos y seguridad.
Ni siquiera se puede cuestionar la función prioritaria de la educación y sus obreros, ellos representan un pilar de soporte en la ruta hacia el desarrollo y el progreso social. Además, tienen por su número e importancia evolutiva, una imagen impregnada en la mente de cada mexicano, una representación y un significado que le da solidez a la identidad de la “raza de bronce” que ha sido formada por los obreros de la educación; por eso su poder político.