Este artículo trata acerca de mí, pero también sobre ti, tu familia, vecinos, amigos y compañeros de trabajo e incluso de aquellos a quienes desconoces; trata sobre todos nosotros, porque todos somos individuos y como tales queramos o no tomamos decisiones. En cada instante de nuestra vida y desde el inicio mismo de nuestra existencia decidimos si lloramos, sonreímos, escuchamos, observamos o nos expresamos.

Una comunidad, como toda construcción, requiere no sólo de elementos que la conformen, sino también de un orden, una armonía entre ellos

Decidimos qué comer, qué vestir, leer o escuchar; asimismo decidimos quienes son nuestros amigos o con quien formar una pareja y eventualmente una familia. En fin, esas decisiones pequeñas, grandes, trascendentales o en apariencia intrascendentes nos van moldeando, nos van puliendo, nos construyen como individuos. Pero a su vez estas decisiones por diminutas o inmensas que aparenten ser, van construyendo pieza tras pieza nuestro entorno social, nuestra comunidad y nuestro país.
Si decido dejar mi basura en las calles o áreas verdes, construyo una comunidad sucia y contaminada. Si decido comportarme de manera prepotente o agresiva, abono a la existencia de un entorno de la misma naturaleza.
Una comunidad, como toda construcción, requiere no sólo de elementos que la conformen, sino también de un orden, una armonía entre ellos y ahí es donde entran en este juego las normas bajo las cuales regulamos nuestra convivencia que bien pueden ser reglas legales, normas sociales o bien formar parte de la autorregulación de cada individuo. Por lo tanto, la forma en que los individuos interactuamos con dichas normas juega un papel fundamental en el destino de nuestra comunidad y por lo tanto de nuestra vida.
En este sentido, una comunidad somos como una maquinaria, en donde cada uno de los individuos que la integramos tenemos distintas funciones, diversas responsabilidades por cumplir para que ésta marche a la perfección para que nuestro Estado de Derecho sea pleno. Si bien habrá piezas grandes y otras pequeñas, todos debemos hacer lo que nos corresponde ya que de no ser así esta maquinaria no funcionará de la manera correcta.
Es entonces nuestra responsabilidad como individuos no sólo conocer y respetar la normatividad de nuestra comunidad; sino también razonarla, discutirla y a través de los medios a nuestro alcance proponer cambios y mejoras a nuestro marco regulatorio.
Para lograr una comunidad con mayor armonía y respeto para todos nosotros independientemente de nuestras características como individuos, es también necesario defender la legalidad, promover el cumplimiento de las obligaciones ciudadanas que cada uno tenemos, así como rechazar todo acto de ilegalidad.
Consumir piratería, estacionarse en lugares prohibidos o para personas con discapacidad sin realmente necesitarlos, son pequeños actos individuales, pero que en su conjunto generan condiciones de inseguridad y un clima de prepotencia que nos afecta a todos los individuos.
Tomemos decisiones no sólo en cómo visto, qué música escucho o qué comida apetezco, sino también decidamos qué comunidad, qué país quiero. Toma consciencia de que tus acciones no sólo influyen en tu vida; que a través de tu ejemplo contagias a quienes te rodean para bien o para mal.
Toma conciencia de que en cada momento de tu vida, en cada pequeña decisión de tu actuar cotidiano das forma a tu propia comunidad. Considera que el país que tú quieres depende de todos… ¡pero empieza por ti!