Por David Uriarte /
Si la mendicidad es la práctica de pedir limosna, Culiacán enfrenta esa práctica desde hace décadas, cruceros con semáforos y topes, los lugares estratégicos para la mendicidad.
Personas de todas las edades, desde niños de pecho en periodo de aprendizaje al ser entrenados por sus madres, hasta personas con capacidades diferentes. Algunos conducidos por otros, a veces la madre usa al hijo o el hijo al padre, en fin… Son muchas las estrategias incluyendo aquellas donde es obvio el fraude como aquel hombre que exhibe una receta pidiendo ayuda para comprar medicamentos para su “hija” y cuando le dices que tú le compras los medicamentos, se aleja molesto diciendo que él lo que quiere es dinero.
Desde hace dos semanas, el Ayuntamiento de Culiacán, específicamente el DIF municipal en coordinación con el Sistema de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes de Sinaloa, iniciaron una campaña de concientización o sensibilización ciudadana para ponerle fin o menguar la explotación infantil en una de sus modalidades, que es la mendicidad en los principales cruceros de la ciudad.
Regados por la ciudad encontramos personas que por su aspecto y leyendas que exhiben, son de otros países, sin embargo, después de meses siguen en la mendicidad como un negocio redituable más allá de satisfacer las necesidades básicas de alimentación, ejemplos y vivencias son muchas, por lo pronto y como primer paso de las autoridades, se trata de inhibir la explotación infantil.
Desde que se instalaron los carteles disuasivos en los cruceros detectados como lugares de explotación infantil, donde se alerta a la ciudadanía que darles una moneda a estos niños los hará cómplices, la mendicidad en esta modalidad ha desaparecido.
Acciones puntuales como esta que lleva a cabo el DIF municipal y Sipinna Sinaloa, tienen un bajo costo y un alto impacto positivo, fortalece la conciencia de que existe un delito que la misma ciudadanía promueve inconscientemente al darles unas monedas.
Algunos conductores no soportan ver las escenas trágicas de mujeres con niños de pecho y dos o más pequeños siendo entrenados para la mendicidad; hay un efecto psicológico y de solidaridad del que tiene en relación al que no tiene, aunque estos niños son usados como instrumentos para obtener recursos, la ley contempla esta conducta como explotación infantil.