En una ocasión, un guerrero aprendiz le preguntó a su Maestro qué necesitaba para poder manejar la espada como él lo hacía; el Maestro contestó a su aprendiz diciendo: atención. El aprendiz quiso indagar más, así que volvió a cuestionarle a su Maestro sobre alguna otra recomendación; ante esto el Maestro contestó: atención, atención. El desconcertado aprendiz hizo un último intento preguntándole al Maestro si en verdad no había algún otro consejo que él pudiera darle, el Maestro por última vez respondió: atención, atención, atención. Si reflexionamos cuidadosamente sobre esta anécdota podemos darnos cuenta de que existe algo que a veces ignoramos con respecto a nuestras acciones: nos concentramos en el qué hacemos, pero ignoramos el cómo lo hacemos. El Maestro buscaba que el aprendiz comprendiera que más allá de hacer un movimiento de cierta forma, lo importante era hacerlo con atención. Hoy, ante el confinamiento que se vive debido a la emergencia sanitaria, podemos encontrar múltiples recomendaciones sobre qué hacer en casa para sobrellevar esta pausa social y económica. Sin embargo, para muchos, a pesar de tener a la mano todas estas ideas, puede seguir resultando difícil mantener la calma pues nos estamos llenando de muchos “qué hacer”, pero tal vez sin una idea de “cómo hacerlo”. Así pues, la propuesta de este artículo va encaminada al “hacer, pero con atención”.

 

Según la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial, una de cada cinco personas genera episodios de ansiedad y depresión durante las emergencias y la cuarentena que estamos viviendo ahora no es la excepción. Ante esto, expertos en psicología han dado diversas recomendaciones, por ejemplo, Beth Healey, quien pasó nueve meses en el corazón de la Atlántida profunda observando los efectos físicos y psicológicos de un grupo de personas que llevaban a cabo una misión en aislamiento, da las siguientes sugerencias: pensar en el día a día, o sea vivir las cosas como vayan “saliendo”; establecer metas marcando retos fáciles y sencillos; escribir un diario que nos ayude a ordenar los pensamientos; y buscar momentos de retiro para estar con uno mismo, sobre todo si el confinamiento se pasa acompañado. Todo lo anterior puede resultar una excelente propuesta, pero qué sucede si le ponemos un nuevo ingrediente para llevarlas a cabo: hacer con atención.

 

La palabra atención proviene del latín attentĭo y hace referencia a la acción o al efecto de atender. Desde la filosofía puede entenderse como “la tendencia o dirección del pensamiento hacia los objetos que le solicitan” por eso decimos “atiende, fíjate, mira”. En este sentido, la atención es una especie de movimiento inicial de nuestra actividad. Así pues, podemos atender a un sólo objeto o circunstancia, lo que implica una atención profunda o, por el contrario, atender varios objetos o circunstancias por lo que la atención se vuelve superficial. De todo esto podemos inferir que una determinada actividad puede ser llevada a cabo con o sin atención, es decir, de forma mecánica o no; sin embargo, algo muy particular que sucede cuando prestamos atención al hacer cualquier actividad es que desarrollamos consciencia, es decir, nos damos cuenta verdaderamente de lo que hacemos y generamos memoria. Esta reflexión viene al caso, porque particularmente en estos días de asilamiento se puede experimentar una especie de “vida en el limbo” y, aunque la falta de atención en nuestras actividades cotidianas es algo común, puede ser que debido a la situación el estar distraídos se acentúe o nos percatemos sorpresivamente de algo que nunca habíamos visto: nuestra falta de atención. Por ejemplo, quién no ha experimentado la extraña sensación de llegar a un sitio de la casa y olvidar el propósito de estar ahí; quién no se ha sorprendido comiendo una golosina sin darse cuenta por qué o cuándo ha ido por ella a la cocina; y cómo olvidar esa molesta sensación de sorprenderse mirando redes sociales por horas sin ninguna intención particular. Ante esta situación, podemos recordar el consejo que el Maestro le daba al guerreo aprendiz: atención, atención, atención.

 

Una vez que hemos aclarado lo anterior, podemos dar paso a una serie de propuestas que podrían contribuir a manejar nuestra atención durante estos días. Estas sugerencias además de ayudarnos a pasar mejor esta etapa también pueden mostraros rasgos de nosotros mismos que nunca habíamos observado. Antes de enumerarlas, hacemos énfasis en dos cuestiones fundamentales que pueden llevarnos al éxito de nuestro intento por manejar la atención. Primero, hacer una sola cosa a la vez, recordemos que una atención dispersa será superficial y, ya a que las circunstancias lo permiten pues tenemos tiempo de sobra, puede ser preferible trabajar la atención a profundidad. Segundo, el cuerpo será nuestro aliado, si bien la distracción la podemos ubicar en las múltiples ideas que genera nuestra mente, intentar sentir nuestro cuerpo, que por cierto siempre está presente, podrá ayudarnos a cumplir nuestro objetivo. Así pues, a continuación, las sugerencias:

 

1.- Escuchar con atención: esta acción consiste en hacer un esfuerzo por escuchar. Una idea para lograrlo es sentarse a escuchar música, pero el verdadero reto consiste en solo hacer eso. Tal vez encontremos desde sensaciones agradables en el cuerpo, hasta un sinfín de instrumentos que jamás habíamos captado en la melodía o incluso nos percatemos de lo repetitivas que resultan las canciones que nos gustan. Sentarse en una postura fija y poner la vista en un punto determinado puede ayudar a realizar este ejercicio. En este mismo rubro, podemos incluir la interesante y no sencilla tarea de escuchar con atención a otro, aquí el reto es pedirnos atender una conversación prestando atención a todo: las expresiones faciales, el volumen, la postura del cuerpo del otro y por supuesto el contenido. No juicios, solo escuchar.

 

2.- Hablar con atención: para esto podemos intentar escucharnos mientras hablamos, prestarle atención al tono de nuestra voz, la velocidad, nuestra postura corporal y los movimientos que hacemos durante una pequeña conversación. Asimismo, resulta interesante hablar para uno mismo, por ejemplo, leer un fragmento pequeño de un libro en voz alta y tratar de leer para nosotros; después se puede tomar una pausa y decir en voz alta, otra vez para nosotros mismos, lo que hemos entendido.

 

3.- Moverse con atención: esto es algo parecido a acompañarse durante los diferentes desplazamientos que realizamos en casa. Puede ser tan sencillo como poner atención a la postura en la que trapeamos o barremos; atender nuestras manos y su movimiento en contacto con el agua mientras lavamos trastes; o caminar poniendo atención a las piernas, pero siempre haciendo una sola cosa a la vez. Por ejemplo, si salimos a pasear a nuestra mascota, dejamos los audífonos en casa y nos desplazamos atentamente sintiendo nuestro caminar. Lo mismo aplica para el ejercicio, si realizamos una rutina, en vez de volcar toda la atención a la música o a un video, recogemos nuestra atención y tratamos de sentir el cuerpo en movimiento. Una nota sobre esto: es importante distinguir los momentos en los que es prudente hacer esto, por ejemplo, no es recomendable hacerlo al cruzar una calle pues la atención tiene que ir al objetivo de cruzar seguros.

 

4.- Hacer algo que siempre hacemos, pero ahora de forma diferente: este ejercicio consiste en encontrar distintas formas de hacer algo que siempre realizamos de una manera habitual. El reto es ir en contra de la mecanicidad de nuestras acciones y encontrar algo fresco y nuevo en nuestro actuar. Por ejemplo, podemos fijarnos de qué manera hacemos nuestra rutina de baño y, si es posible, cambiarla: empezar por los pies y no por la cabeza. Otro ejemplo, si somos diestros y todo lo hacemos con la mano derecha, intentar hacerlo con la mano izquierda siempre que sea posible. Pensemos en abrir una puerta o lavarnos los dientes, después de algunos intentos quien lo haga se dará cuenta de lo dispersa que está la atención y que siempre hacemos todo de la misma forma habitual.

 

5.- Cada tanto, hacer un alto total: este ejercicio consiste en parar totalmente cada cierto tiempo y observarnos. Hay dos opciones: realizar el ejercicio cada vez que nos acordamos y al recordarlo simplemente parar; o establecer una alarma aleatoria que marque los momentos de paro. Cuando se haga el alto total, se sugiere quedarse inmóvil en la medida de lo posible y observar desde la postura corporal, hasta los pensamientos y las emociones que reinan en ese momento. No es necesario cambiar nada, sólo observar.

 

Como se puede ver, el poner atención al cómo y no tanto al qué, puede brindarnos una experiencia diferente en estos días y, si así lo deseamos, toda nuestra vida. Aprender a poner nuestra atención en lo que hacemos nos ayudará a frenar el torbellino de pensamientos y echará luz, tal vez, al verdadero sentido de nuestras actividades: ¿quién soy yo aquí haciendo esto?