Por David Uriarte /
Pasado un día de las elecciones presidenciales en El Salvador y cuando faltan cuatro meses para las elecciones en México, el fenómeno “Bukele” de alguna manera es un referente cuando se habla de democracia.
Aunque no es lo mismo poco más de seis millones de habitantes en El Salvador a 130 millones de habitantes en México; en esta comparativa, las elecciones en El Salvador podrían ser equiparables a las elecciones en el estado de Puebla. De cualquier manera, obtener ocho de cada diez votos es un indicador de dos cosas: un pueblo que le cree a su presidente Bukele, y un Bukele que hace cosas que les gustan a sus gobernados.
En México también hay un número considerable de personas que le creen a su presidente López Obrador, y un presidente que hace cosas que les gustan a muchos mexicanos.
Aunque el grado de aceptación del presidente López Obrador tal vez no sea tan alto como la aceptación que en estos momentos tiene el presidente Bukele en El Salvador, y no es el caso de reelección, sin embargo, si le alcanza a la candidata Claudia Sheinbaum Pardo para “colgarse” de la popularidad de López Obrador.
Si se hubiera dado el caso de la reelección del presidente en México, las probabilidades de ganar las elecciones serían muy altas a pesar de los contrapesos políticos y el desempeño presidencial.
El fenómeno Bukele enseña entre otras cosas dos muy evidentes: el comportamiento de una oposición débil, fraccionada, marcada por las serias diferencias con el partido en el poder; y un presidente que hizo cosas diferentes, agarró el toro por los cuernos en materia de inseguridad, puso orden y controló la epidemia de bandas urbanas que delinquían desde hace décadas en su país.
En materia económica, Bukele le queda a deber a su pueblo; en materia de seguridad Bukele se ha convertido en poco menos que un iluminado.
Al margen de su popularidad, el presidente Bukele aprovechó la división de los cinco partidos opositores… La oposición se difuminó y sus resultados no son significativos, la enseñanza es evidente, la única manera de poder competir con el partido en el poder es a través de la unión opositora, sino, sólo salen a exhibir su derrota anticipada.
El fenómeno Bukele es la muestra de una estrategia políticamente exitosa, aunque tal vez, el éxito político no equivale al éxito social.