Por David Uriarte /
La jubilación no puede ser la antesala de la muerte, ni la pensión su destino. La vida del ser humano está marcada por la herencia biológica y los aprendizajes, en el ejercicio de su libertad, la persona decide con su estilo de vida, mantener una calidad de vida que marcará la condición física y mental con la que vivirá sus últimos días.
La lucidez física y mental pueden acompañar a la persona hasta el borde de la tumba, la muerte súbita y repentina o muerte natural, es su destino, sin embargo, el destino a veces se apresura como respuesta al estilo de vida.
A la premisa de nacer, crecer, reproducirse y morir, faltó agregarle el concepto de trabajar, jubilarse y pensionarse. Aunque existe una franja reducida de personas que no necesitan trabajar dadas sus condiciones económicas, de cualquier forma, se van a morir.
Si el destino de la vida es la muerte, la planeación puede direccionar en cierta medida las condiciones finales del humano.
Las personas jubiladas por años de trabajo o por edad, perciben o deben percibir una pensión digna que les permita disfrutar el ultimo trayecto de sus vidas, sin embargo, no siempre sucede lo esperado o lo deseado.
La realidad en México y en muchos países, exhibe a este segmento de la población como un grupo de personas cuya preocupación se desdobla entre mantener su salud a flote o su enfermedad bajo control, y a veces, seguir ayudando a su familia, o incluso seguir siendo víctima de la depredación de ella.
La edad como tal marca el tiempo recorrido, la salud física, mental y financiera es el resultado de la mezcla genética con las condiciones de vida, todo importa, una vida llena de salud física pero deficiente en la salud mental, o una salud mental optima con una salud física deplorable; o una salud física y mental funcional pero en la pobreza extrema, o una riqueza abundante pero desconectado de la vida por una enfermedad mental como la demencia tipo alzhéimer… En fin, todo cuenta en la vida, más cuando se acerca el final.
Hay quienes aseguran que la vida es un suspiro, refiriéndose a la caducidad y buscando la eternidad o la permanencia en el tiempo, sin embargo, hay quienes suplican terminar con el sufrimiento a pesar de contar con pocos años de vida.
El destino de los jubilados cuya pensión les permite vivir bien o en la medianía y el destino de viejos de edad, pobres y enfermos es el mismo; pero diferente.