Por David Uriarte /
En política hay dos formas de hacer las cosas; de manera súbita, o poco a poco. El precio de hacer las cosas de manera súbita, es la incertidumbre de la respuesta de los contrarios; y el precio de hacer las cosas poco a poco, es el deleite de la planeación, es ver caer los robles de manera inminente, es saborear el postre de la revancha… En fin, la humedad del ejercicio de la política planeada, penetra y corroe cualquier modelo por más robusto que parezca.
Al amparo del modelo capitalista, de una economía competitiva, de una sociedad polarizada en su capacidad adquisitiva, se fueron construyendo resentimientos de muchos en contra de pocos, muchos pobres contra pocos ricos.
A las cosas hay que llamarles por su nombre, la construcción de riqueza a través del tiempo, se debe a dos condiciones: trabajo y oportunidades; según el modelo capitalista, el trabajo puede escalarse desde empleado, auto-empleado, empresario, e inversionista.
En este modelo, el 80% son empleados, el 15% son auto-empleados, el 4% empresarios y el 1% inversionistas, esto revela que el 5% de la población es rica, el 15% clase media, y el 80% son pobres.
El derrumbe de la riqueza en México se dará poco a poco, y la migración de ricos a pobres también. El rico hubiera preferido una ecuación inversa, es decir, mejor migrar a los pobres a la riqueza que los ricos a la pobreza, sin embargo, la ruta de lo fácil políticamente es quitarle al que tiene, para darle al que no tiene, porque poner a trabajar al que no tiene, no produce votos.
Sobarle el lomo al 80% de la población con el dinero del 5% de los ricos, suena fácil, divertido, y además te convierte en el mesías, en el redentor, pero sobre todo en el protector de los pobres y verdugo de los ricos.
Para entender el proceso de transición en el derrumbe de la riqueza mexicana, sólo hay que consultar las fuentes oficiales como el INEGI, el IMSS, o las fuentes internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). A diferencia de la política, la economía obedece a principios matemáticos.