Por David Uriarte / 

Una cosa es la crítica descriptiva, propositiva, analítica, con juicios técnicos, jurídicos o científicos, incluso con juicios morales o sociológicos, pero la crítica como una forma de vaciar o drenar las frustraciones personales, ideológicas, de partido o de grupo, resulta patológica.

Se pueden resumir las críticas políticas en dos tipos: las críticas sanas y las críticas enfermas. En las críticas sanas prevalece la descripción de evidencias, por ejemplo, cuando se critica la informalidad o el incumplimiento de ciertas promesas del político, sólo basta la evidencia como el registro y los testigos de lo dicho, ahí no hay mala fe sólo la evidencia del perfil del desempeño político del criticado.

En cambio, cuando la crítica es el desfogue de miserias personales, de revanchas, de trajes a la medida, de patología emocional consciente o inconsciente -para el caso es lo mismo-, la crítica deja de serlo para convertirse en una agresión, denostación, o juicios apresurados llenos de pasiones personales que retratan la calidad humana de quien los emite.

Una cosa es el derecho a disentir, a pensar diferente, incluso a que no guste determinada postura ideológica de otro u otros, y otra cosa es el señalamiento perverso con intenciones de dañar la imagen, reputación o dignidad de otra u otras personas.

Decir que todos los políticos son rateros, corruptos, ineptos, simuladores, o traficantes de influencias, es una generalización más que temeraria o injusta; perversa. Generalizar a través de supuestos, creencias o posturas radicales llenas de injusticia e imprudencia, obedece a un cerebro impregnado de ignorancia o de perversidad, se necesita cualquiera de las dos condiciones para emitir criticas sin sustento o evidencia.

Siempre pero más en épocas electorales, aparecen los críticos del régimen político en turno y los críticos de los interesados en ocupar un puesto de representación, también aparecen los intelectuales con información confiable, análisis prudente y opinión justa. Los candidatos que ganen se llevarán su dosis de crítica justa e injusta y los que pierdan también. Cuando la crítica es objetiva enriquece a todos, cuando es ignorante o perversa, perdemos todos.