Por David Uriarte /             

En la bondad y en la crueldad de los hijos, aparecen los genes y enseñanzas de los padres. La mejor herencia que los hijos pueden recibir de sus padres, son los aprendizajes para tener un sentido de vida funcional, una conducta de paz, una motivación por el bien común, un pensamiento que se traduzca en prudencia y respeto, y una actitud pacificadora.

Los padres tienen una función mucho más allá de convertirse en máquinas biológicas de hacer hijos, la capacidad reproductora no se limita a un acto instintivo; la diferencia entre los humanos y otras especies, es la capacidad de razonar, de pensar, deducir, inferir, planear, ser prudentes, construir percepciones… todo, producto de la libertad para decidir y hacer.

El más despiadado de los delincuentes, tiene padres, aún en la ausencia física de ellos, emergen figuras representativas de la autoridad en la primera infancia, la persona más bondadosa, tiene padres, son los padres la fuente de inspiración conductual de los hijos, aunque esto sea un proceso inconsciente.

En momentos de alegría social, en las grandes contribuciones científicas, la figura detrás de los éxitos de los hijos, siguen siendo los padres, lo mismo ocurre en momentos de disturbios sociales, de guerra, de crueldad, de hechos históricos como el holocausto, de hechos presentes como la guerra en Israel y la franja de Gaza, o la violencia desatada en semanas recientes en Sinaloa, las figuras relevantes en la conducta de los hijos, siguen siendo los padres.

Los padres se pueden aparecer en los momentos trágicos de los hijos, cuando estos perdieron la vida al enfrentarse a grupos criminales contrarios, o fueron abatidos por las fuerzas del orden, de cualquier forma, la pérdida de un hijo representa sufrimiento para sus padres, también, una oportunidad para reflexionar sobre las enseñanzas relativas a los valores como el respeto y la prudencia.

La pérdida de los hijos no siempre obedece a conductas delictivas, también existe la perdida de los hijos derivada de los daños colaterales en tiempos de violencia, sangre inocente corre todos los días, producto de actos criminales.

Mientras unos padres son ajenos a la conducta delictiva de sus hijos, otros padres también están lejos de pensar en la tragedia que envuelve a sus hijos trabajadores o estudiantes, víctimas de la conducta sociopática.

Si de causas se trata, los padres son el primer eslabón.