Por David Uriarte /
Una cosa es la devoción guinda relacionada con los fanáticos del club de beisbol Tomateros de Culiacán de la Liga Mexicana del Pacífico, y otra cosa la devoción guinda relacionada con el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
Así como la devoción guadalupana da identidad a los católicos mexicanos, así también la devoción guinda da identidad a los mexicanos creyentes en el movimiento de la ‘cuarta transformación’; hay que recordar el poder de la fe y la esperanza, la fe no necesita pruebas, se nutre de la creencia o certeza de que algo va a suceder, y ese algo es todo lo que se necesita para estar en el camino de la esperanza.
La racionalización y la intelectualización salen sobrando cuando de creencias se trata, insertar en el cerebro humano ideas impregnadas de esperanza, es todo lo que se necesita para redireccionar la vida de cualquiera.
Los revolucionarios de la economía aprendieron a recibir los beneficios de su dinero, primero construyeron la base de su fortuna para después recibir sus dividendos; los revolucionarios de la pobreza, aprendieron a recibir los beneficios del dinero de los que trabajan, producen y pagan impuestos.
Hay fieles que cada año se trasladan a pie o de rodillas hasta la basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, una muestra real de la gran devoción guadalupana, a pagar favores y milagros concedidos… no hay razón que los haga desistir, es una convicción arraigada en miles de cerebros dispuestos a todo, menos a dejar sus creencias.
El milagro de la devoción guinda depende de dos cosas, del derrumbe de las figuras de autoridad (PRI y PAN), y de los milagros concedidos a los más pobres (DARLES DINERO).
Derribar al gigante opresor, al que te pone a trabajar, al que vive en la opulencia, al rico, en una palabra, es un logro con sabor a milagro, y aún más, dejar el esfuerzo propio de lado para recibir por parte del ‘redentor’ una cuota como gota que mantiene hidratada la esperanza, es el milagro del Tepeyac moderno.
La devoción guinda es un fenómeno digno de estudiar por la neurociencia, es la verdadera revolución de las conciencias convencidas que vivir en la pobreza deja de ser pecado, siempre y cuando comulguen con los programas sociales de un gobierno que hace milagros.
Multiplicar los pobres es más fácil que multiplicar los ricos.
El rico construye soluciones, el pobre construye culpables.