Por David Uriarte /

Hay muchas formas de hacer campaña política, desde las redes sociales, disfrutando del confort en la casa de campaña, comparando el desempeño de los adversarios, recibiendo aplausos de los amigos, criticando a la competencia; o bien, dejando la piel en la calle, visitando casa por casa, escuchando a los ciudadanos, sudando la camiseta, conociendo las demarcaciones de su territorio, construyendo compromisos medibles, viables, sustentables… y sobre todo, construyendo un vínculo de confianza y credibilidad entre los candidatos y sus electores.

Las críticas a la competencia o el lodo mediático que salpica el quehacer político, es práctica superada en las mentes ganadoras, hoy se trata de conservar lo que se tiene o recuperar lo que se perdió; los partidos políticos están posicionados en la mente ciudadana por dos condiciones: por la honestidad y por la corrupción, el grado de honestidad es proporcional a la conducta de sus militantes cuando son gobierno o representantes parlamentarios, lo mismo ocurre con el grado de corrupción.

El trabajo político en campaña implica dejar que los rayos del sol, el polvo, el frio o el calor, incluyendo el hambre, se ponga en contacto con la humanidad de quienes pretenden ser conocidos por sus electores, de quienes buscan la simpatía de aquellos que tienen el verdadero poder de la democracia, de aquellos que decidirán el destino de los candidatos y sus partidos el día de la elección.

Conquistar la simpatía electoral no es tarea fácil, ganar la confianza, credibilidad, y compromiso de hipotecar el voto ciudadano, es la llave que abre los espacios a la democracia participativa en los gobiernos y los congresos.

El costo físico, mental y económico de cualquier candidatura, es agotador, las trampas entre ellos es otro escollo que deben superar, a veces, mientras un candidato coloca propaganda, otro u otra viene detrás destruyéndola, son actitudes depredadoras que miden el tamaño del miedo de su contrincante.

Anoche decía un candidato a diputado federal por el séptimo distrito, “hoy recorrí quince kilómetros, anduve casa por casa en las comunidades, pude ver a los ojos a los ciudadanos, escucharlos, estoy dejando la piel en la campaña, esperaré la decisión de los electores”.

La marca del partido en el poder es una franquicia que vende, tendrá que haber calidad de los nuevos productos.