Por David Uriarte /

 

En la vida todo tiene un precio. El precio que pagan los gobernantes, representantes sociales y políticos en la toma de decisiones, afecta su popularidad.

Si lo que cuida un político es su aceptación social o popularidad, hay decisiones que le van a costar uno, dos o más puntos en la medición semanal o mensual.

Las decisiones salomónicas son poco frecuentes, casi siempre alguien queda resentido, más cuando de poder político se trata.

Elegir entre todas las opciones, significa la bendición del que manda, es poner a uno bajo los reflectores de los otros, eso le pasa al que gobierna y le pasa a los líderes de los partidos políticos.

El que gobierna un estado o un municipio tiene en su voluntad las decisiones que lo marcarán social y políticamente para siempre como un inteligente o un torpe.

La red de intereses políticos y económicos van de la mano. Las decisiones requieren una evaluación integral, hay que alinear intereses federales, estatales y municipales; hay que tomar en cuenta los liderazgos sociales y los poderes facticos; hay criterios no escritos ni en la Constitución ni en las leyes reglamentarias, son criterios que autorregulan la vida política y social de muchas comunidades.

Sin duda las decisiones de Mario Delgado le están costando demerito de su popularidad, la decisión del PRI, PAN y PRD, de construir una alianza, también dejará raspados los liderazgos partidistas, especialmente el liderazgo del PRI nacional pasa por una fragua que lo puede pulverizar o dejar amorfo.

Las decisiones de los partidos pequeños por su número de afiliados, y pequeños por su tiempo de vida política, buscan a como dé lugar, depredar la nómina de los partidos grandes por sus afiliados y simpatizantes. Estos partidos pequeños van levantando lo que dejan los partidos grandes: migajas, resentidos, rijosos, oportunistas, cuadros reciclados, políticos viejos, jóvenes fantasiosos, ingenuos… y por supuesto personas valiosísimas que pueden dar la sorpresa electoral.

No hay decisión sin riesgo cuando de opciones se trata, es decir, muchos gobernantes hoy viven su “desgracia” por haberse equivocado en la decisión de quién sería su sucesor o quién sería la mejor opción para gobernar.