Por David Uriarte /

El once de septiembre del año 2001, las ‘torres gemelas’ fueron derribadas por las creencias de un grupo de personas encabezadas por su líder Osama Bin Laden… En este año, Rusia hace lo propio con Ucrania; en este mes, la guerra entre Israel y Palestina, por la franja de Gaza ha cobrado más de cinco mil muertos y once mil heridos; todo por las creencias.

Las creencias motivan la conducta, hay quienes creen en la mala vibra, otros creen en la ‘santa muerte’, otros en los muertos, muchos en los sueños, otros tantos en la suerte, también en la divinidad, otros en el trabajo, y un grupo reducido en la ciencia.

Las creencias tocan todos los puntos de la conducta y relaciones personales, de pareja, familiares, de negocios, sociales y políticas. Creer es una de las funciones psicológicas del humano que pueden incluso evadir el retén de la razón y la ciencia, para internarse en terrenos personales propios de la libertad de pensamiento, hasta tocar los confines de la enfermedad mental como la esquizofrenia.

Hay quienes creen que la mejor ropa es la de marca, otros creen que el mejor gobierno es el que los mantiene, otros creen que lo mejor es el dinero… Cuando las creencias no afectan a los demás, no hay problema, el problema empieza cuando las creencias personales o de grupo afectan la dignidad, la integridad o la vida de los demás como en el caso de las guerras o el terrorismo.

Creer en modelos de gobierno donde se sataniza al que produce o al que tiene, es una forma de aniquilar el crecimiento y desarrollo de los pueblos, es regresar a los tiempos primitivos donde solo se buscaba la sobrevivencia.

En la actualidad, los modelos híbridos donde se estigmatiza al que tiene y se reparte la riqueza entre los que no producen, en un modelo de transición entre el capitalismo que busca la riqueza y el bienestar para todos, y un socialismo comunoide que busca disfrutar con el menor de los esfuerzos; lo paradójico salta a la vista cuando se vive con el dinero de quien sí trabaja y sí produce.

Cuando las creencias alcanzan un liderato que arrastra y convence; cuidado. Debiera ser imposible que la muerte sea la moneda de cambio cuando de creencias se trata, matar por el simple hecho de pensar diferente, de creer diferente, matar, torturar, o herir, como forma de persuadir a los que piensan distinto sigue siendo una barbarie.

Creer en el pensamiento ajeno sin analizarlo, puede conducir a la muerte.