Por David Uriarte /
La guerra puede destruir millones de vidas, lastimar otras tantas, dejar en la minusvalía muchas más, en la orfandad y el duelo a muchas familias y personas, sin embargo, no puede detener el tiempo, ni la esperanza, de un día amanecer oliendo a paz y no a muerte.
Toda proporción guardada con la guerra de Ucrania y Rusia, Sinaloa tiene más de seis meses en medio de la violencia protagonizada por grupos delictivos rivales bien identificados por las autoridades, el tiempo no se detiene, los servicios públicos como la recolección de basura, el agua potable, el drenaje sanitario, el servicio de telefonía, la red de internet, el fluido eléctrico, tampoco, salvo excepciones.
Los servicios de salud aún con su precariedad, siguen recibiendo pacientes en los servicios de urgencias, haciendo cirugías programadas y de urgencia, los pacientes de hemodiálisis siguen cumpliendo con su calendario de citas aun en las madrugadas, la salud no puede esperar a que una guerra o una ola de violencia termine.
El sistema educativo también sigue su curso, si bien es cierto que el susto empieza convertirse en una constante, la pandemia educó tanto a los padres de familia como a los profesores para una educación en línea, la crisis por la violencia mantiene siempre la opción de clases hibridas, unos días presencial y otros virtual.
La economía tampoco puede deprimirse, si bien es cierto que algunas actividades económicas se han derrumbado a tal grado de perderse empleos y cerrar empresas, también es cierto que gran número de empresarios han aguantado bajo la premisa de que la violencia puede disminuir dentro de poco, sin economía no hay desarrollo.
Otra cosa que la guerra y los conflictos violentos no logran detener es la fe y la esperanza de que mañana puede ser un día mejor.
A los niños que nacieron durante la pandemia se les llama niños COVID ¿Cómo se les llamará a los niños que nacieron a partir del 25 de julio del año 2024? ¿Serán niños de la crisis por la violencia?
La cultura es la forma de hacer las cosas, en Sinaloa como estado y en Culiacán como ciudad, los hijos aprenden de lo que ven y de lo que escuchan; escuchar corridos tumbados, música bélica, y ráfagas de rifles y pistolas, es marcar la memoria infantil con significados difíciles de entender dentro de unos años cuando sean adolescentes o jóvenes.
La violencia no detiene el tiempo ni la esperanza.