Por David Uriarte /
La construcción del destino es la suma de las decisiones personales más las circunstancias, las primeras dependen de la persona, las segundas no tanto.
Las percepciones individuales obedecen al mundo externo y a la capacidad reflexiva, por eso, no todo mundo reacciona de la misma manera ante las mismas circunstancias.
La vivencia de un hombre o una mujer abandonados por sus parejas, parten de sus expectativas inconscientes, es decir, no hay retraso mental, hay cumplimiento de los impulsos propios del humano (reproducción y conservación) y los genes.
La reproducción tiene precios distintos, en algunas mujeres el precio de la reproducción es el pase a la categoría de madre soltera, en otras, la esclavitud a la vida de pareja, en otras más, la felicidad de tener hijos y pareja a perpetuidad.
Sin embargo, no toda la felicidad depende de los hijos o de la pareja, depende en gran medida de la toma de decisiones, de la libertad de hacer o dejar de hacer aquello que la percepción indica, aquí se inicia la cadena de sufrimiento o de felicidad, o la alternancia entre felicidad y sufrimiento.
Todas las acciones parten de la percepción, y toda percepción se origina en la libertad propia de una necesidad generalmente inconsciente, por eso, cuando se le pregunta a una mujer en qué estaba pensando cuando decidió embarazarse, generalmente la respuesta es racional, es la justificación del ayer, ante la realidad del hoy, es la jugada genética que mantiene la especie humana.
Pasada la fase reproductiva, tanto el como ella se hacen cargo de sus nuevas necesidades, la vida de relación siempre está latente, ella con su maternidad y el con su impulso erótico evidente o escondido, pero ambos cumpliendo con la tarea evolutiva de la especie.
La maternidad sólo es un ejemplo de la libertad, de la toma de decisiones que pueden o no construir felicidad, pero hay cientos de actos surgidos en la libertad propia de un estado de consciencia o inconciencia que son la evidencia del verdadero funcionamiento de la corteza prefrontal; esa parte del cerebro cuya evolución ha convertido a la especie humana como la más inteligente del reino animal. La felicidad es un indicador de salud mental.