Por David Uriarte /
Una vida sin salud no es vida. La salud es una condición, como la riqueza o la pobreza. Una cosa es perder la salud en un accidente, y otra cosa es perder la salud en una pandemia. Los organismos expuestos al virus están contra la pared, es decir, si el virus flota en el aire a través de las partículas de saliva, es imposible no respirar y con esto el riesgo es permanente.
Ante la falta de medicamentos efectivos contra los virus, lo más efectivo es la vacuna; este es el tema. La investigación farmacéutica relativa a las vacunas está a cargo de los virólogos e inmunólogos, dos áreas que cruzan información en los protocolos de los biológicos elaborados para detener -hasta donde se pueda- primero la pandemia, después la gravedad de los enfermos y finalmente evitar la muerte.
La suspicacia que levanta la evidencia de la rapidez con la que se elaboró la vacuna contra el SARS-COV-2, cuando se van a cumplir cuarenta años de la llegada del VIH-SIDA en el mundo… más que lógica es obligada.
La diferencia entre el VIH-SIDA y el SARS-COV-2, pudiera ser que las farmacéuticas encontraron los famosos retrovirales, medicamentos específicos para evitar la replicación celular del virus, y con esto, los pacientes infectados pueden vivir prácticamente sin preocupación de adquirir la enfermedad llamada SIDA, cosa que no sucede aún con el Covid-19.
Los ricos que se harán más ricos con la desgracia de la pandemia, es la industria farmacéutica, por eso la rapidez de los estudios y los ensayos clínicos. Sin embargo, todo tiene un precio, y el precio que está pagando la población al aplicarse de manera “arrebatada” la vacuna, es la incertidumbre de su eficacia: la fortaleza de los protocolos no puede garantizar inocuidad, seguridad, y eficacia.
La sensibilidad y especificidad de los protocolos, así como el tamaño de las muestras, tienen una representación estadística poco fuerte, esto significa que se está aprendiendo sobre la marcha. Con la salud no se juega, y usar a las personas como “conejillos de investigación” al hacerlos participar en la fase clínica de prueba y no decirles, eso es más que un juego.