Llegaron las celebraciones de fin de año, hemos de decidir dónde y con quiénes pasaremos Navidad y Año Nuevo, qué haremos de cenar, a quiénes regalaremos algo, cuánto gastaremos, qué y dónde compraremos los regalos.

Es la época que nos invita a convivir amorosamente con nuestros padres, hijos, suegros, hermanos, cuñados, tíos, sobrinos, abuelos, bisabuelos, es decir, con la familia propia, la de origen y la política. Sin embargo, para algunos no significa una afortunada oportunidad de saludar a los parientes, sino que representa la visita o el regalo obligado, la sonrisa o el beso no sentido.

 

La época navideña tiene repercusiones psicológicas y emocionales en las personas porque para algunos puede ser una experiencia de mucha alegría, y para otros provoca estrés y ansiedad. Lo deseable sería hacer de estas fechas una experiencia disfrutable, o al menos, una oportunidad de crecimiento.

 

El estrés y la angustia sentidos provienen de la falta de resolución a asuntos inconclusos o de haber sufrido recientemente eventos estresantes, además de la presión de internarse en el tráfico aumentado en las calles y las aceleradas multitudes dentro de las tiendas.

 

Sabemos que los últimos años han sido difíciles en términos económicos, por lo que haber perdido dinero o el empleo presupone vivir bajo un presupuesto restringido, por otro lado, la ansiedad se apoderará de los que sienten alguna clase de resentimiento hacia sus padres o hermanos. En otras ocasiones, ver a la familia política es una verdadera fuente de estrés.

 

Para los hijos de padres recién divorciados o separados, vueltos a casar o no, puede ser una temporada muy estresante porque deben repartirse en Navidad y Año Nuevo, una situación parecida a la de los recién casados, que tienen que encontrar una resolución equitativa que beneficie a ambos. Para el que no tiene familia puede resultar una época de amargura más que de felicidad, pues debe decidir cómo y con quién pasarla.

 

El que perdió este año a un ser querido por muerte o separación podrá sentirse melancólico y triste, desganado para celebrar. Igualmente se podrá sentir el que perdió un negocio, una amistad o algo significativo. En fin, son muchos los ejemplos que podría dar.

 

Y entonces, ¿qué hacer para disfrutar de esta época del año? Antes que nada convendrá liberarse de toda culpa, creer en que se puede cambiar un pensamiento respecto a alguien para poder estar en el mismo espacio y no tomarse tan en serio ni a la vida misma.

 

A continuación encontrarán algunas recomendaciones prácticas para disfrutar o “sobrevivir” la temporada:

 

1      Recordar que “todo pasa” y que nadie ni nada es eterno.

2      Tener presente que todo tiene remedio, a excepción de la muerte.

2      Si no hay dinero, simplemente no hay dinero.

3      Tratar de ver a los padres con compasión y ternura. Algunos de ellos están envejeciendo, otros ya envejecieron.

4      Ser proactivo en lugar de reactivo, en el caso de ser blanco de comentarios fuera de lugar. ¿Tiene caso enojarse?

5      El perdón es un ingrediente indispensable para lograr la paz interior, e.

6      Para quienes perdieron recientemente un ser querido es preciso que recuerden que ellos mismos están vivos y que sus demás familiares también lo están. ¡Disfrútense y recuerden amorosamente a los seres amados que se han ido!

7      En tiempos de estrés, hace falta reír y jugar más.

 

Lo más importante es disfrutar la vida y esta temporada como parte de ella, en una palabra VIVIR, porque cada día nos da la oportunidad de comenzar una nueva vida.