MICIUDAD.MX / En la cuenta regresiva del cambio de estafeta, largas se le hacen las horas a Francisco Antonio Castañeda Verduzco y cortos los minutos a Jesús Estrada Ferreiro.
El que se va, sabe que el Ayuntamiento es un campo minado, pero el que llega no sabe dónde están las minas. De oposición a gobierno solo hay una opción: o gobiernas o eres gobernado; si gobiernas, tienes millones de ojos encima de tus acciones, si eres gobernado tienes miles de opciones para ver con microscopio la verruga y percibirla como tumor.
El que llega y el que se va se enredan en el mismo mecate: dinero. Lo único que le faltó a Tony Castañeda en el ajustado recorrido por su mandato fue dinero, y lo único que le faltará a Estrada Ferreiro será lo mismo, dinero.
La diferencia entre en que llega y el que se va es el oficio político. El que llega es un político en ciernes, y el que se va es un experto en el servicio público, sin embargo, ni la experiencia ni la novatada soporta la ausencia de dinero.
Estrada le apuesta al buen funcionamiento de los servicios públicos, administrativos, contables y financieros del Ayuntamiento, sin embargo, lo que debe considerar el nuevo alcalde es al recurso humano, ellos son sus ojos y sus brazos, además debe considerar las demandas diarias de servicios municipales donde otra vez se invoca la bendita palabra: “dinero”.
La infraestructura para prestar servicios públicos necesita renovarse. El parque vehicular necesita combustible y refacciones, la nómina es la sangre que le da vida a la administración pública, y todo esto no se mantiene con discursos, o invocando la ley, mucho menos amenazando a los medios de comunicación.
La población desesperada por ver y vivir la Cuarta Transformación está en vísperas de abrir el regalo. Solo les recuerdo que el regalo no es el empaque.
Mientras Castañeda se desvela revisando la parte jurídica de los asuntos inconclusos, su equipo hace lo propio en espera de entregar todo con la debida transparencia. El equipo de transición se dispone a recibir estados financieros y contables de una administración desesperada por cerrar su ciclo, y otra desesperada por saber cómo se opera esta máquina de mil botones.