Por David Uriarte /
Aquellos inmersos en el juego del poder político, tienen una estrategia de campo para lograr sus propósitos, este fin de semana se desatan los contenidos de simpatía para atraer a la población con credencial de elector, niños, adolescentes, o personas sin credencial de elector o que vivan en otra circunscripción, no son requeridas o necesarias para el fin último de una campaña: conquistar el voto.
Las estrategias incluyen las bondades del producto que se oferta que en este caso son los candidatos, los negativos de la competencia si es que existen, más la construcción de perfiles falsos con el objeto de desvirtuar o desprestigiar al opositor.
El tsunami de información a través de redes sociales y de los medios convencionales de información, será abrumador, entre las mentiras, desprestigios, ofensas, insultos, promesas, propuestas, y ocurrencias, la percepción de la sociedad será bombardeada hasta el hartazgo.
La contaminación visual y auditiva será una realidad, los mensajes a los dispositivos móviles serán cuantiosos, las visitas domiciliaras por simpatizantes de los candidatos recordarán las sectas religiosas que tocan la puesta predicando el evangelio.
Desde las candidaturas presidenciales hasta las candidaturas locales cualquiera que esta sea, los protagonistas piensan o creen que van a ganar, que van a conquistar el territorio y sus electores, piensan que la carta bajo la manga es la mejor, es la sorpresa, es la palanca que moverá la diferencia a su favor.
La cuota de sangre ya se empezó a pagar, la violencia preelectoral ha cobrado la vida de una veintena de personas involucradas en las intenciones de competir por un espacio político, el clima electoral presagia conflictos en algunas regiones del país, la cifra completa de desgracias habrá de conocerse hasta el final, con la esperanza de un proceso limpio en todo sentido.
Las cartas bajo la manga son legítimas siempre y cuando no lastimen a nadie y le abonen a la democracia y el bienestar social, las propuestas deben ser la llave que abra la conciencia y la intención de voto, toda conducta o actitud cuyo objetivo sea el desprestigio de la competencia, habla o describe la talla moral y emocional de quien lo dice, al no percibir las estrategias insanas, se permite el arribo a los gobiernos y a los congresos de una serie de personas depredadoras de la voluntad social.
La mejor carta del votante es su inteligencia y amor a su familia.