Por David Uriarte /

Un día sí y otro también, la sociedad se entera de perdidas lamentables, perdidas irreparables, desastres sociales, muestra de una sociedad afectada por modelos de conductas sociopáticas.

El o los asesinos del ingeniero Jorge Peraza, dueño del icónico restaurante campestre “La chuparrosa enamorada” ubicada en la comisaría de Bacurimí, a lo mejor pudieron dormir a gusto, la familia del occiso no.

El cáncer social está matando a miles de células potenciales, células productivas, células que a su vez conforman un tejido que promete ser la cuna de la civilización esperada en estos tiempos.

Ver caer una a una las células de la estructura familiar, es ver caer la vida, el orden no importa, lo que importa es la vida. El cáncer social igual afecta al abuelo que al nieto, al empleado o al trabajador, al profesor o al alumno, a la madre o al padre, al que se traslada a pie o en vehículo, al que tiene dinero como al que no tiene, la desgracia afecta a todos por igual cuando de pérdidas de vida se trata.

El cáncer social siempre ha existido, la violencia es inherente a la especie, lo que se ha roto son los códigos de honor si es que se les puede llamar de esta manera. La irracionalidad se acompaña de una sequía empática, el cobro de las diferencias se reduce a la extinción de la vida sin más miramientos que la sed de venganza o el cumplimiento de una orden.

El cáncer social afecta todas las áreas de la vida, desde la familiar, hasta la económica, deja secuelas cuya rehabilitación se da en parte en los panteones, donde el recuerdo y la conciencia de la ausencia definitiva, son la pomada que aligera el sufrimiento.

La pobreza es parte de la secuela del cáncer social, aquella riqueza que floreció como la espuma, hoy es historia de un estilo de vida que no prosperó, de un cáncer que mantiene a unos dos metros bajo tierra y a otros, hundidos en la desgracia, el sufrimiento, o el recuerdo de lo que no debió ser.

El cáncer social se puede detectar a tiempo, la revisión de las conductas de los padres y de los hijos, es equivalente a la toma de presión para detectar la hipertensión arterial. Conocer las aspiraciones de los hijos y la vía para lograrlas, es otro examen de rutina para detectar el cáncer social a tiempo.

Hay familias enteras contaminadas con el germen del cáncer social, también, hay familias completas, victimas del cáncer social, la detección oportuna depende principalmente de los padres.