Por David Uriarte

Nadie con salud mental desea ver, mucho menos vivir la realidad que se desprende de los hechos delictivos donde la constante son los disparos de armas de fuego. La vida, la salud, la libertad, y los bienes, son las variables en riesgo cuando el crimen organizado hace presencia en la ciudad o en la zona rural.

El clima de inseguridad se percibe por dos vías, las oficiales y las extraoficiales, mientras las estadísticas oficiales resumen de manera fría números, las estadísticas vivenciales resumen terror, miedo, coraje, incertidumbre y por supuesto una sensación de inseguridad personal, familiar y social.

No es lo mismo leer la nota, ver la imagen, o escuchar la narración en la radio, que escuchar las ráfagas o detonaciones cerca de tu domicilio… No es lo mismo que te lo cuenten a ser testigo ocular o auditivo del desempeño delictivo.

El paradigma de ‘abrazos y no balazos’ es un modelo funcional en una sociedad sana, en una sociedad donde sus integrantes no cuenten los instrumentos de muerte ni con un pensamiento sociopático, es decir, donde hombres y mujeres diriman sus diferencias por cualquier vía menos por la vía de la violencia y el crimen.

El número de muertos derivado de la pandemia en México y específicamente en Sinaloa, de alguna manera tiene una justificación causal, pero el número de muertos por la violencia no soporta ninguna explicación oficial, sino, traten de convencer a las viudas, los huérfanos, o a los padres que perdieron un hijo; o a las familias que viven con miedo por el temor de represalias, o a la sociedad agraviada por tanta sangre derramada, mientras las voces oficiales siguen en el discurso de la confianza y el paradigma fraterno de los abrazos.

Todos los retos que se proponga el nuevo gobierno del doctor Rocha pueden ser superados, pero el mayor aplauso y su pase a la historia como un gobernador de resultados, sería construir una entidad donde se respire paz, donde la tranquilidad sea producto de la seguridad de conservar la vida, la salud, y los bienes.

Ya se demostró que no son las cámaras de videovigilancia, ni los grados militares, ni los equipos tácticos, es el pensamiento de unos cuantos que reta a la figura de autoridad.