Por David Uriarte /
A pesar de las negociaciones y acuerdos entre el Ayuntamiento de Culiacán y los comerciantes del centro de la ciudad, se rompió la armonía, aparecieron los grupos independientes, se violaron los acuerdos, y el Gobierno Municipal hizo valer su autoridad instalando diez barreras de contención vehicular.
Los diez cruceros obstruidos o cerrados a la circulación vehicular son los siguientes: 1) Obregón y Ángel Flores, tapando la Ángel Flores al poniente; 2) Ángel Flores y Rubí, bloqueando la Ángel Flores al poniente; 3) Ángel Flores y Morelos, tapando la Ángel Flores al poniente; 4) Rosales y Morelos, cercando la Morelos al norte; 5) Hidalgo y Rubí, tapando la Hidalgo al oriente; 6) Hidalgo y Morelos, bloqueando la Hidalgo al poniente; 7) Juárez y Carrasco, tapando la Carrasco al norte; 8) Morelos y Juárez, tapando la Morelos al norte; 9) Morelos y Escobedo, cercando la Morelos al norte; y 10) Morelos y Colón, tapando la Morelos al norte.
Hay un choque de desesperaciones: el desespero legítimo del Gobierno Municipal ante la crueldad de la pandemia, y el desespero legítimo de los comerciantes del primer cuadro de la ciudad por la crisis económica que enfrentan, y que no se ve para cuando la puedan superar.
Conatos de violencia entre comerciantes desesperados y agentes de Tránsito Municipal, o trabajadores de Obras y Servicios del Ayuntamiento de Culiacán, terminaron acelerando la decisión radical de poner los muros en los diez cruceros del primer cuadro de la Culiacán, y con esto, disminuir la densidad de vehículos y peatones.
La mediación como estrategia es la mejor opción, sin embargo, los intereses particulares no pueden estar por encima de la salud pública, por eso, la mediación quedó superada por el acto de autoridad.
La nueva normalidad implica romper modelos o paradigmas actitudinales, tanto de la sociedad, como del Gobierno y las empresas. La sociedad tendrá que entender que no hay valor supremo más importante que la vida y su cuidado, el Gobierno tendrá que asumir su responsabilidad aunque le cueste simpatía política y partidista; y los empresarios tendrán que aprender a vivir bajo la normatividad que construye la contingencia sanitaria.