Por David Uriarte /
Desde el punto de vista psicológico, la obsesión por el pasado se asocia a la depresión y la obsesión por el futuro a la ansiedad.
Cuando el discurso redunda siempre en las comparaciones del presente con el pasado, lo que busca es reconocimiento de los demás, la aceptación tácita es la fantasía de la carencia, por eso es importante saber escuchar lo que hay detrás de las palabras.
La insistencia perenne por tocar la conciencia ajena e incrustar la idea de la pulcritud de pensamiento y obras frente a los pensamientos y obras de los demás, buscar o tratar de exhibir la comparación como prueba de la inmaculada personalidad, es producto de algo más, es evidencia de la obsesión por el pasado de otros y la falta de reconocimiento del mérito propio.
Todo lo que se dice y todo lo que se hace pasa por la conciencia, no es producto de la casualidad, el cerebro tiene funciones ejecutivas como el razonamiento, la planificación, la fijación de metas, la toma de decisiones, el inicio y finalización de tareas, la organización, y la inhibición; así funciona un cerebro sano.
Ante la realidad que supera el discurso o las propuestas, lo esperado es la rectificación del planteamiento, el análisis global de la situación y no la repetición automática de frases como “no somos iguales”, o “es la herencia del pasado”, buscar culpables cuando las cosas no salen bien, es muy diferentes a buscar soluciones que impliquen responsabilidad al gobernante.
Imaginemos que al realizar un procedimiento diagnostico o terapéutico como un cateterismo cardíaco, el paciente se complique y el médico salga con la frase, “no somos iguales”, refiriéndose a otros médicos; la pregunta de los familiares sería ¿Y eso que tiene que ver con los resultados?
Los otros, dijo hoy el Presidente refiriéndose a los gobiernos anteriores, no tenían “mañaneras”, esto ante el reclamo colectivo por los asesinatos de tres periodistas en lo que va del año, mientras persista esta obsesión, el rumbo está definido y lo que habría que esperar es que el tiempo lo resuelva, tres años más como quiera pasan.
Son modelos de gobiernos o regímenes cuya central eléctrica está en el cerebro del que manda y no hay más opción.