Por David Uriarte /
El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene por lo menos treinta años midiendo el desempeño y tendencia de los medios de comunicación en general y de los conductores en particular.
No es novedad el deslinde evidente de algunos analistas políticos, conductores estrellas, y comunicadores “prestigiados”, con el actual régimen de gobierno. Sobre todos aquellos que conocieron, trataron, entrevistaron, analizaron y cuestionaron el desempeño del actual Presidente de México; ese luchador social que salta a la fama político-social cuando bloquea en Tabasco 51 pozos petroleros en 1996.
Los intelectuales tejen historias, comparan el régimen de gobierno actual en México con otros gobiernos. Los analistas políticos ven la figura del presidente López Obrador como una ‘estampa’ difícil de entender; las estrellas de la información se ven opacadas por la luz presidencial, aunque no logran asimilarlo, piensan que es un juego de fuerzas, cuando la única fuerza que existe es la del Estado.
Poco a poco la indulgencia del presidente López Obrador se manifiesta en las “renuncias” de algunas estrellas de la información televisiva: un payaso, un icono del análisis e información política, algunos columnistas de fama nacional, intelectuales de prestigio internacional, en fin… parece que la luz de las neuronas de los intocables de la información política empieza a envejecer.
AMLO aplica la máxima –el poder se ejerce, la responsabilidad se comparte-, y en este sentido, el presidente ejerce el poder que la Constitución Política de México le otorga.
Todo indica que al famoso cuarto poder lo está acorralando AMLO en un cuarto; aunque es mejor en un cuarto que en unas rejas, sin embargo, el perfil emocional del presidente le da para mucho, es decir, puede haber sorpresas agradables a la sociedad y desagradables para muchos informadores de renombre.
Poco a poco la habilidad de López Obrador ha corroído la fortaleza y el blindaje histórico de algunas estrellas de la información, de tal suerte que son posibles dos cosas: primero, la exhibición de sus jugosas ganancias en los gobiernos pasados; y segundo, la posible configuración de conductas que jurídicamente ameriten cárcel.