Por David Uriarte /
“Lo que no se mide no existe” dice la ciencia, al margen de discusiones empíricas, filosóficas, o teológicas, las cosas se miden por resultados, lo demás es juicio. Hablando de resultados medibles, la popularidad del presidente López Obrador superó el 60 por ciento y se enfila, si otra cosa no sucede, al 70 por ciento de aceptación de los mexicanos en cuanto a su desempeño político y social.
Aunque las estadísticas revelen que el número de homicidios dolosos va en ascenso en comparación con el mismo periodo de los presidentes Peña Nieto y Felipe Calderón, la verdad es que seis de cada diez mexicanos encuestados lo que ven es otra cosa, es decir, lo que ven es la actitud solidaria de su Presidente con los que menos tienen.
Reunir en un sólo evento alrededor de 250 mil personas no es poca cosa, más aquellos que se mantuvieron pendientes escuchándolo por la radio o viéndolo por televisión o en su celular… en fin, un verdadero fenómeno social y político a pesar de las múltiples críticas que está recibiendo su mensaje a la nación por sus adversarios o por los agraviados ideológicos.
Sin duda el contrapeso a tanta evidencia discordante con la mirada tradicional de la política neoliberal, es el aumento al salario mínimo que se fijó en 22 por ciento, aumento que de entrada será depredado por la inflación cuya tendencia son los dos dígitos.
Sin duda, un mensaje como ‘traje a la medida’ de los asistentes; escucharon lo que querían escuchar y el Presidente dijo lo que debía decir, un estratega político de cinco estrellas. Un político criticado por los intelectuales y analistas, pero aplaudido por la masa social, por los que votan; así es la democracia.
El que manda reparte, el que paga tributa, esta es la ecuación bendita, la fuente del verdadero poder político. Un Presidente sin dinero es como un rey sin corona, el día que la tributación no alcance para darle al que no tributa o al que no trabaja por cualquier condición social, física o mental, ahí será el llanto y crujir de dientes para cualquier gobierno y cualquier gobernante. Para cuando esto suceda, es posible que los adoradores de este modelo ya estén bajo tierra, mientras tanto ¡viva la alegría!