Por David Uriarte /
Por supuesto que la vida es algo para festejar, y si hay salud mejor. La naturaleza y la rueda de la vida van dejando en el camino a viejos y enfermos; niños enfermos que no soportan el estrago de la enfermedad, lo mismo adolescentes que jóvenes, y no se diga los viejos cuya esperanza de vida ronda los ochenta años en el mundo.
No se trata de vivir cien años, se trata de tener calidad de vida y un estilo glamoroso -si se puede-. Todos los días desde que la vida existe, nacen y mueren, sin embargo, este año 2020 la pandemia ha inclinado la balanza para el lado de la muerte… infectados, enfermos, hospitalizados, intubados y muertos, es la cadena del desastre.
Todos nos debemos infectar para crear defensas contra el virus letal del COVID-19, o bien, encerrarnos en una cámara o búnker que nos aísle del virus y de la sociedad también. Las otras opciones son tener un sistema inmune fuerte o bien, aplicarse la vacuna cuando esté disponible.
Hombres y mujeres de todas las edades han perdido la batalla ante el mortal virus, pero también hombres y mujeres de todas las edades lo han vencido. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia es relativamente fácil de encontrarla, lo primero es la forma de pensar, lo segundo es el estado inmunológico de la persona, lo tercero es la comorbilidad o enfermedades agregadas, y lo cuarto el acceso a los servicios de salud por no decir que el dinero.
Hay quienes teniendo dinero piensan que la enfermedad no existe, que se les va a pasar, o se les hace caro gastar en tomografías, honorarios médicos y medicamentos; otros asisten a las instituciones de salud pública tarde, cuando las complicaciones rebasaron su capacidad física y mental de superar la enfermedad.
Otros tienen dinero y disposición, pero un sistema de defensas tan bajo que no alcanzan a superar la enfermedad, por eso vemos que la pandemia se ha convertido en un mosaico de historias donde ancianos de 90 años son casos de éxito ante el covid, y jóvenes fuertes -y promesas sociales- hoy son lamento por su muerte prematura.
Mientras la muerte sorprende al que tenga que sorprender, lo que hay que festejar es la vida y la salud, festejar no significa torear a la guadaña, festejar significa agradecer a la vida su presencia.