En la que fue su primera reacción tras la muerte en un ataque de EU al poderoso comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución iraní, Qasem Soleimaní, el secretario general de la ONU, António Guterres, alertó hoy que “el mundo no puede permitirse otra guerra en el Golfo Pérsico”.
El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo hoy que “el mundo no puede permitirse otra guerra en el Golfo Pérsico”, en su primera reacción tras la muerte en un ataque de EU del poderoso comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución iraní, Qasem Soleimaní.
“El secretario general ha defendido constantemente la reducción de las tensiones en el Golfo. Está profundamente preocupado por la reciente escalada”, aseguró el portavoz de Guterres, Farhan Haq, en un breve comunicado.
Este jueves, fuerzas estadounidenses lanzaron un ataque selectivo en Bagdad en el que murió Soleimaní junto al vicepresidente de las milicias chiíes iraquíes Multitud Popular, Abu Mahdi al Mohandes.
El Pentágono justificó la operación asegurando que Soleimaní desarrollaba planes para atacar a los diplomáticos y miembros del servicio estadounidenses en Irak y en toda la región.
“Este es un momento en el que los líderes del mundo deben ejercer la máxima contención”, dijo Guterres ante el temor de que la situación se desborde en una zona azotada por desde hace años por conflictos internos.
En los mismos términos se manifestó el embajador de Francia ante Naciones Unidas, Nicolas de Rivière, en unas declaraciones a la prensa antes del arranque de una reunión a puerta cerrada del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria.
“Solo llamo a una mayor desescalada, es lo que necesitamos ahora, una reducción de la tensión, necesitamos estabilidad en la región y vamos a animar a todo aquel que quiera trabajar” por reducir la tensión en la zona, insistió De Rivière.
El general Soleimani era el encargado de las operaciones fuera de Irán de los Guardianes de la Revolución y ha estado presente sobre el terreno en Siria y en Irak, supervisando a las milicias respaldadas por Teherán en ambos países árabes.
El líder supremo iraní, Ali Jameneí, prometió una “dura venganza” por la muerte de Soleimaní.