Por David Uriarte /
No se necesita ser iluminado para ver la magnitud del problema de las adicciones en el mundo. El problema se puede diseccionar en cinco partes, los enfermos o adictos, los vendedores, el gobierno, las fortunas, y el precio de sangre.
La oferta sin la demanda no es nada, una cosa es analizar la cadena siniestra desde la confección natural o sintética de las drogas, hasta las fortunas millonarias pasando por las pérdidas de vidas tanto de los carteles como los consumidores, y otra cosa es analizar la condición de vacío existencial de aquellos buscadores de placer a través de las drogas adictivas.
Solo toma agua el que tiene sed, solo se droga quien encuentra en ella placer; nadie se droga para sufrir, al contrario, huyendo del sufrimiento buscan refugio temporal en las substancias que temporalmente ofrecen un estado o sensación de bienestar a un costo de desgracia.
Las políticas públicas en el mundo se han centrado en dos polos: el narcotráfico y las adicciones, han olvidado el origen del vacío existencial del consumidor.
Entre el consumidor de drogas adictivas prohibidas y el proveedor de estas, está la industria del narcotráfico que vale miles de millones de dólares, solamente superada por la industria farmacéutica, la trata de personas, y la industria de la guerra.
El perfil de los adictos es el mismo en todo el mundo, “necesitados de placer”, es tan grande la necesidad del placer temporal, que hasta las personas con formación académica elevada, de familias moral y socialmente reconocidas, hijos de científicos o ministros religiosos, personas económicamente solventes, profesionistas, políticos, pobres, indigentes, y todo aquel infectado por la curiosidad y empujado por la necesidad de sentir o vivir una experiencia placentera de la que a veces no podrá salir, incursiona en el mundo de las sustancias adictivas.
Enfocar la energía de los gobiernos a detener el tráfico de drogas ha costado miles de vidas, al mismo tiempo, enfocar el presupuesto a la atención de los consumidores, ha sido una batalla perdida.
De manera reduccionista se puede entender que solo hay dos causas para caer en las garras de las adicciones; la genética y el aprendizaje.
La ciencia ha demostrado que hay genes encargados de ciertas conductas, también ha demostrado que las personas no nacen sabiendo, aprenden de la conducta de otros.
Placer y felicidad: cosas diferentes.