Por David Uriarte /
Una cosa es tener la investidura presidencial, y otra cosa es tener las emociones a punto del derrame. La Presidenta Sheinbaum y los mexicanos, están pasando por una crisis arancelaria impuesta por el Presidente Trump desde los primeros minutos del día de hoy, como persona, la presidenta Claudia Sheinbaum está pasando por una crisis emocional tal vez jamás imaginada.
Sólo basta ver las imágenes de la conferencia, donde la sonrisa deja de ser autentica para convertirse en un signo de preocupación, y aunque es martes de salud dijo, “voy a leer un comunicado por el tema del día de ayer, de los aranceles que impone el gobierno de los Estados Unidos a México y a Canadá”.
Antes que cualquier título, nombramiento, designación o condición, Claudia Sheinbaum es una persona con sentimientos, con funciones cerebrales donde las emociones cobran su cuota de fragilidad, sin embargo, no todo lo humano se reduce a emociones y sentimientos, también salen a relucir los impulsos, las razones y la planeación estratégica derivada de la capacidad de abstracción.
Es posible que el insomnio y los pensamientos persistentes sobre los temas sustantivos entre México y Estados Unidos, mantengan a la Presidenta Sheinbaum con sentimientos encontrados, es aquí donde la estrategia se convierte en tácticas defensivas inmediatas. No se debe actuar con las vísceras, ni se puede mantener una actitud de indefensión, se tiene que mantener en principio un dialogo de altura, si esto no resulta y su equipo no logra mitigar los estragos del vecino país del norte, entonces, se tienen que estructurar acciones unilaterales como lo está haciendo el presidente Trump.
México y su gobierno, deben dimensionar lo más preciso posible, los alcances de una lucha desigual en todo sentido, Trump ya dio muestras de sus alcances con el rompimiento con el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, y el anuncio de retirar su apoyo para llegar al acuerdo de paz con Rusia. Con estos antecedentes, México no puede esperar bendiciones de Estados Unidos, solo la rigidez de una mente obsesionada por mantener el poder a como dé lugar.
Mientras la presidenta de México pronunciaba su discurso lleno de emociones contenidas, el precio del dólar mantenía una tendencia a tocar el techo de los veinte y un pesos. Un golpe a la economía en cámara lenta, estamos viendo.