Por David Uriarte /
La desinformación incrementa la incertidumbre en la sociedad, en tiempos de crisis de cualquier origen, la sociedad nutre la raíz de su conducta con la información oficial y extraoficial, hoy las redes sociales inundan la conciencia con mucha información sesgada, imprecisa y a veces, dolosamente falsa.
Los amigos y familiares que viven en otros lugares de México, o en el extranjero, experimentan ansiedad, llegando en algunos casos a los ataques de pánico por tanta información catastrófica, a los textos informativos, se le suman imágenes horrendas, videos demasiado explícitos, una descripción casi en tiempo real… Si las cosas terminaran ahí, los receptores percibirían un grado de violencia extrema, donde la perdida de la vida, las lesiones, y la intimidación son la constante.
El caos se corona cuando existen distintas fuentes informativas, desde las federales, estatales, medios de información como prensa, radio, televisión, portales de noticias, lideres de opinión, y por supuesto, las redes sociales.
En los hechos lamentables clasificados como de alto impacto, a veces el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de México, Omar García Harfuch, declara en foros de mucha audiencia como “la mañanera”, también puede declarar el General Secretario de la Defensa Nacional, o el almirante Secretario de Marina, se puede escuchar al Comandante de la Guardia Nacional, hasta la Secretaria Ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública opina sobre lo que está pasando en Sinaloa.
Ya en el terreno local, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública y los encargados del tema por su investidura oficial, declaran, es fácil entender lo relativo a la información, lo que no es fácil de incorporar como cierto, son las distintas versiones de cada “jefe”, con tantas imprecisiones, parecieran respuestas a bote pronto con el afán de vender la idea de que todo lo saben.
Las contradicciones empiezan a resonar en la conciencia social, como resonaron las inconsistencias en aquel primer “culiacanazo” donde las autoridades federales decían una cosa, las locales otra, y finalmente el Presidente les corrigió la plana a todos, dejando clara evidencia, de dos cosas: o saben y no quieren decir la verdad, o tienen instrucciones de informar ocurrencias.
Otra opción sin evidencia sería la idea de la corrupción, lo evidente es que la información fluye como teléfono descompuesto.