Imagen: Cuartoscuro

Por David Uriarte /

Descubrir el agua tibia es como afirmar que el agua moja, este tipo de verdades se siguen vendiendo en el colectivo social donde se esperan resultados inmediatos en materia de seguridad pública.

Tiene razón el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, cuando plantea en su estrategia de seguridad, los 4 ejes que la integran, Atención a las causas, Consolidación de la Guardia Nacional, Fortalecimiento de inteligencia e investigación, y Coordinación con el gabinete de seguridad, lo único que no dice es el cómo se implementará, y en cuanto tiempo se verán los resultados.

Seguramente el secretario de seguridad sabe que no es posible combatir con eficacia un problema cuando se desconoce su causa, por eso, el primer pilar de su programa es atención a las causas, lo que nos queda a deber el secretario, es la aceptación pública que la causa de la inseguridad en México, es la pobreza, mezclada con una serie de valores, o antivalores, en una mente con daño o trastorno en su neurodesarrollo, sumado con un aprendizaje sociofamiliar donde consciente o inconscientemente se fomentan conductas antisociales.

Una casa limpia no es la que se barre más, sino la que se ensucia menos, lo mismo ocurre en materia de seguridad pública, una ciudad segura no es la que tiene más policías, sino la que tiene menos conductas delictivas.

Cuando el tema es la conducta delictiva, estamos hablando de formas de pensar ¿Qué estaban pensando los criminales que decapitaron al presidente municipal de Chilpancingo en Guerrero? ¿Qué piensan los delincuentes cuando de manera inmisericorde rocían balas a sus enemigos? En estos temas, la inteligencia y la investigación poco puede hacer para detener estas conductas.

El recorrido de las autoridades encargadas de la seguridad pública por las calles de Culiacán, exhibe dos cosas: el cumplimiento de una orden presidencial, y la evidencia del tamaño del problema, en el primer caso, la orden se cumplió de manera inmediata, en el segundo caso, caminar por una colonia de la ciudad, seguido por una columna de fuego militar impresionante, dibuja el tamaño del miedo o el tamaño de la realidad que se enfrenta.

Los ciudadanos caminan seguidos de la columna del miedo y nada más, inermes, bajo la incertidumbre, empuñando las armas del discurso, aprendiendo tácticas de autoconvencimiento.