Por David Uriarte /

Cuando se hablaba de hechos horrendos que les pasaba a los ciudadanos comunes, la respuesta a bote pronto era que se trataba de exageraciones, y de amarillismo. Hoy, algunos políticos en funciones, otros por entrar en funciones, y otros que ya dejaron su función pública, son alcanzados por el brazo del crimen quitándoles la vida de la forma más artera y cobarde.

Otros corren con más suerte y sólo son despojados de sus vehículos quedando abandonados en plena carretera. Ante esta realidad, apenas si se alcanza a escuchar las voces de sus jefes políticos inmediatos decir, “que pena”, “son hechos condenables”, “lo lamento mucho”, “se está investigando”. Nada de estas frases les devuelve la vida, ni siquiera la esperanza a sus familiares.

Los que fueron despojados de sus vehículos quizá corran con suerte y sean indemnizados por las compañías aseguradoras con el cheque, y podrán reponer su unidad automotriz, de lo que no podrán reponerse pronto o tal vez nunca, es del susto… de la experiencia amarga de verse inermes ante los delincuentes quienes, así como les quitaron su vehículo, les pudieron quitar también la vida.

Casas balaceadas, vehículos robados, la seguridad de zonas residenciales violadas, puertas de acceso derribadas como si se tratara de una película de acción, levantados, secuestrados, miedo y silencio de muchos afectados ante las amenazas de los delincuentes.

Muchos de vacaciones forzadas, familias completas visitando por tiempo indefinido a familiares de otras ciudades, cada quien, según su percepción, actúa en consecuencia.

Por otro lado, la economía cuesta abajo, despidos, cierre de negocios, usuarios de tarjetas de crédito demorados en sus pagos, hipotecas no saldadas; una población endeudada y sin capacidad de pago. Locatarios sin dinero para pagar renta, nómina y carga social, la oferta de bienes inmuebles empieza a mostrar el rostro de la crisis local.

Parece sarcasmo, pero quienes hacen su ‘agosto’ son las casas funerarias… Un día sí y otro también desfilan los muertos, mientras otros esperan ser reconocidos en el servicio médico forense, otros tantos están en la lista de los desaparecidos ¿Qué sigue?

Los conductores manejan a la defensiva, ven en cada vehículo el rostro de la delincuencia, son tantas las historias, que muchos sobrecargan la imaginación, terminando con una actitud ansiosa y paranoica ¿Qué sigue?