Por David Uriarte /
La capacidad para negociar o construir acuerdos en las diferencias, es una característica de las personas con salud mental, de las personas cuyo equilibrio emocional les permite doblegar su propio ego en pro del beneficio colectivo o ajeno.
Las personas negociadoras logran acuerdos imposibles para las personas controladoras o necesitadas de poder, la capacidad de negociación se mide por los resultados en temas complicados, en el fondo, todos los temas se reducen a dos cosas: poder y dinero, y el dinero finalmente es poder.
Los grandes temas nacionales o internacionales, tienen que ver con el poder, el poder de decidir qué se hace y cómo se hace, muchos países mantienen su pobreza o su riqueza como resultado la capacidad de negociación de sus gobernantes, esa obsesión por mantener una postura rígida, e inamovible, contra las posturas flexibles, empáticas, y con visión de futuro social.
El tamaño de las diferencias es el tamaño del reto cuando de negociación se trata, sin embargo, una cosa son las diferencias y otra cosa el ejercicio del poder como forma de reducir los conflictos, dejando en estado de indefensión al oponente.
Un país que mantienen relaciones políticas y comerciales con el resto del mundo, es un país con gobernantes negociadores, un país que está peleado con medio mundo, es un país con gobernantes radicales, inflexibles, y alejados de las negociaciones internacionales.
Lo mismo sucede con los gobernantes, un gobernante que mantiene relaciones sanas con los grupos que dan de comer a la burocracia, y dan dinero para las obras sociales, es un gobernante que suma, un gobernante que mantiene relaciones tensas con los que producen y aportan dinero para ayudar a los gobernados, es un gobernante que resta.
Los focos conflictivos en un país, un estado, o un municipio, representan la oportunidad para mostrar la capacidad de negociación de sus gobernantes, cuando estos focos conflictivos se vuelven crónicos, dejan en evidencia dicha capacidad.
“Más vale un mal arreglo que un buen pleito”, así reza la máxima popular, los pleitos en sí mismos son resultado de diferencias, es ahí en las diferencias donde se encuentra la oportunidad para el arte de la negociación; los gobernantes tienen muchas opciones: dejarse llevar por sus impulsos o los de sus asesores, o apostarle al arte de la negociación.