Por David Uriarte /
Entre bromas, sarcasmo, ingenuidad, inteligencia, sagacidad, perversidad, manipulación, y realidad, los últimos veinte días, se ha vuelto un maremoto de información en torno al caso de Ismael Zambada y Héctor Melesio Cuén.
El jueves 25 de junio, se asocia con otros jueves de años recientes donde la noticia impactó la conciencia mundial, este jueves de hace veinte días, no fue la excepción, Sinaloa volvió a posicionarse de las marquesinas del escándalo.
Algo parecido al cansancio de la publicidad del proceso electoral reciente, enciendes la televisión donde se ve y se escucha la misma nota con distintos tonos e intención de voz, se accede al portal informativo local o nacional y pasa lo mismo, se escucha la radio y los espacios informativos o noticiosos exponen lo mismo ¿Y mientras tanto? La realidad sigue en espera a ser descubierta.
Puede haber muchas cosas importantes detrás de la notica internacional, pero nada puede ser más importante en una sociedad que la vida misma, la seguridad pública, la paz y la tranquilidad de las familias, esto ni es novedad ni es un descubrimiento, esto es lo que se pueden perder o seguir perdiendo según sea el caso.
Este silencio o calma tensa, puede ser el presagio de una conflagración donde la sociedad inocente se vea involucrada, pensar que un fenómeno de esta naturaleza termina en un borrón y cuenta nueva, es como pensar que todo fue una película de héroes y villanos con un final feliz.
Mientras la conflagración llega, (esperemos que no), los empresarios, productores, emprendedores, comerciantes, industriales, en fin, todo aquel que produce dinero con su esfuerzo, mantiene pensamientos paranoicos, fantasiosos, o catastróficos sobre el destino social inmediato.
Todos excepto los “malos”, desean que siga un clima de paz, de tranquilidad, de seguridad pública, deseos de vivir sin miedo, de escuchar el sonido del teléfono y no dudar en contestar, de que la palabra extorsión solo se encuentre en el diccionario y no forme parte de la realidad social, una sociedad con miedo no puede ser una sociedad feliz.
Ver en las calles el desfile de patrullas con personal militar, de la guardia nacional, o de la marina, es un respiro de tranquilidad, una ciudad con un millón de habitantes, o un estado con más de tres millones de habitantes, tiene un grado de confianza, pero siempre se pregunta ¿Y mientras tanto?