Por David Uriarte
Los gobernantes tienen fundamentalmente dos tareas: administrar los recursos, producto de los impuestos tributarios, y garantizar a los gobernados la paz, tranquilidad, seguridad, salud, educación, economía, promoviendo el deporte, arte, y bienestar.
De las tareas sustantivas del gobierno, administrar el dinero de los contribuyentes es tarea relativamente fácil, garantizar el bienestar social es lo más difícil.
La historia va registrar datos estadísticos interesantes relativos a los servicios básicos como electrificación, carreteras, pavimentación; agua potable, recolección de residuos, construcción y mantenimiento de parques y jardines; promoción del deporte con canchas o infraestructura, promoción de vivienda económica, esfuerzos medibles y registros contables de acciones con sentido social.
La mancha del gobernante siempre estará en las expectativas sociales no cumplidas, en las desgracias familiares atribuidas a las deficiencias del gobierno o en la revictimización cuando las instituciones oficiales dejan de cumplir con su objetivo.
Ser un buen gobernante no es tarea fácil, no se trata de colores o partidos, se trata de condiciones que se salen del control, por ejemplo, el crimen organizado y el narcotráfico, sin bien es cierto que son dos condiciones totalmente diferentes, ambas ponen de cabeza a cualquier gobierno y a cualquier gobernante.
Los mejores administradores pueden dejar una enorme deuda social al cuantificar el número de muertos producto del crimen organizado, pueden demostrar transparencia en el manejo de los recursos, pero eso se minimiza ante las cifras de violencia.
Las ansias de gobernar se ven opacadas cuando aparece la realidad inesperada, los gobernantes se centran en los procesos administrativos y contables como parte de su éxito, promueven sus políticas públicas, exhiben la evidencia de beneficios, pero son sorprendidos por el “garrotazo” de lo incontrolable por ellos; las fuerzas fácticas.
Existe la fantasía de que la clave está en negociar con el crimen organizado para tranquilizar la plaza, sin embargo, no hay evidencia de que esto sea cierto ni existe posibilidad legal de ello.
El éxito de los gobiernos tienen componentes de azar, honestidad, y capacidad, la honestidad y la capacidad se puede medir y predecir sus resultados, pero el componente del azar puede derrumbar de un día para otro los logros y revertir los resultados.